jueves, 14 de marzo de 2013

“Palabra y silencio”




“Palabra y silencio”

Comunicar implica escuchar, contemplar…escuchar y hablar…palabra y silencio. Ni más ni menos. El exceso de palabra produce aturdimiento y el exceso de silencio frialdad. Se requiere en suma, un equilibrio entre la palabra y el silencio.

Desde el silencio se logra conocer al otro. Escuchando nos conocemos mejor nosotros mismos…comprendemos. El silencio es mucho más exigente pues requiere capacidad de escucha. El callar permite hablar al otro y a nosotros no aferrarnos a nuestras palabras o ideas.

Ante el exceso de información, el silencio ayuda a discernir… a ordenar.

Vivimos en México una realidad muy ruidosa que se maximiza por una descarnada verborrea política plagada de frases prefabricadas, discursos minuciosamente cuidados, teleprompters, preguntas previamente estudiadas, slogans motivadores, propuestas… lugares comunes…saliva y más saliva, uso abusivo de gerundios, promesas huecas, posicionamientos, dimes y diretes, muchos.

Somos constantemente bombardeados por respuestas a interrogantes que nunca nos hemos planteado y a necesidades que no sentimos. Hay una auténtica desconexión entre la realidad ciudadana y la “realidad de los políticos”. Cada quien trae su propia agenda y sus propias prioridades. El juego político se configura como un ejercicio de publicidad y mercadotecnia… los gobernantes recurren a verdaderas actitudes de vendedores profesionales en su  intento por demostrar una “especie” de  empatía político-ciudadana que pretende advertir que comparten nuestra indignación y necesidad de cambio…en el fondo prevalece la imagen y la pose, la postura y la sonrisa.

Concibo la democracia como un diálogo permanente entre los ciudadanos y sus representantes…un intercambio de visiones, de ideas y contrastes de una misma realidad que permiten su mejoramiento en vistas del bien común. La realidad actual evidencia por contra, verdaderos monólogos…golpeteo de labios…saliva y más saliva. Nos demuestra –en palabras de Carlos Díaz- “que no hay demasiados indignados, sino demasiados indignados cada uno de ellos con su tema”…que carecemos de una indignación común…que los indignados de hoy no somos los mexicanos (los hombres y mujeres concretos) sino tan sólo nuestras circunstancias… Y si falta el común, falta también el “algún”...el sujeto de la indignación que debiera reflejarse en aquel que pretende representarnos.

En un auténtico diálogo se intercambian informaciones, las personas se comparten a sí mismas, comparten su visión del mundo y de la realidad, sus esperanzas, sus ideales, y…eso no lo veo. ¡Cómo nos urge en esta etapa compleja al menos un poquito de silencio en nuestro país! Yo por lo pronto me siento aturdido, demasiada saliva, gerundios…ruido.

 

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