“Palabra y silencio”
Comunicar
implica escuchar, contemplar…escuchar y hablar…palabra y silencio. Ni más ni
menos. El exceso de palabra produce aturdimiento y el exceso de silencio
frialdad. Se requiere en suma, un equilibrio entre la palabra y el silencio.
Desde el silencio se logra
conocer al otro. Escuchando nos conocemos mejor nosotros mismos…comprendemos.
El silencio es mucho más exigente pues requiere capacidad de escucha. El callar
permite hablar al otro y a nosotros no aferrarnos a nuestras palabras o ideas.
Ante el exceso de información, el
silencio ayuda a discernir… a ordenar.
Vivimos en México una realidad
muy ruidosa que se maximiza por una descarnada verborrea política plagada de
frases prefabricadas, discursos minuciosamente cuidados, teleprompters,
preguntas previamente estudiadas, slogans motivadores, propuestas… lugares
comunes…saliva y más saliva, uso abusivo de gerundios, promesas huecas,
posicionamientos, dimes y diretes, muchos.
Somos constantemente bombardeados
por respuestas a interrogantes que nunca nos hemos planteado y a necesidades
que no sentimos. Hay una auténtica desconexión entre la realidad ciudadana y la
“realidad de los políticos”. Cada quien trae su propia agenda y sus propias
prioridades. El juego político se configura como un ejercicio de publicidad y
mercadotecnia… los gobernantes recurren a verdaderas actitudes de vendedores
profesionales en su intento por
demostrar una “especie” de empatía
político-ciudadana que pretende advertir que comparten nuestra indignación y
necesidad de cambio…en el fondo prevalece la imagen y la pose, la postura y la
sonrisa.
Concibo la democracia como un
diálogo permanente entre los ciudadanos y sus representantes…un intercambio de
visiones, de ideas y contrastes de una misma realidad que permiten su mejoramiento
en vistas del bien común. La realidad actual evidencia por contra, verdaderos
monólogos…golpeteo de labios…saliva y más saliva. Nos demuestra –en palabras de
Carlos Díaz- “que no hay demasiados indignados, sino demasiados indignados cada
uno de ellos con su tema”…que carecemos de una indignación común…que los
indignados de hoy no somos los mexicanos (los hombres y mujeres concretos) sino
tan sólo nuestras circunstancias… Y si falta el común, falta también el
“algún”...el sujeto de la indignación que debiera reflejarse en aquel que
pretende representarnos.
En un auténtico diálogo se
intercambian informaciones, las personas se comparten a sí mismas, comparten su
visión del mundo y de la realidad, sus esperanzas, sus ideales, y…eso no lo
veo. ¡Cómo nos urge en esta etapa compleja al menos un poquito de silencio en
nuestro país! Yo por lo pronto me siento aturdido, demasiada saliva,
gerundios…ruido.
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