viernes, 25 de octubre de 2013

“ES LO QUE HAY”



 “ES LO QUE HAY”

De manera atinada y con buen juicio, un buen amigo, a quien respeto y admiro mucho, me hacía reflexionar que de nada vale justificarse, desentenderse, ni mucho menos <achicarse> o resignarse en el aspecto personal ante la complejidad y dimensión de los problemas que como sociedad actualmente nos aquejan. Sino todo lo contrario, más bien debe ser el momento de crecerse ante la adversidad, de redoblar esfuerzos, <subir el periscopio>, ser más ingeniosos  y entregar lo mejor de nosotros mismos, ¿si no es ahora – que es cuando más se requiere- entonces cuándo? Debo admitir que no me dejó salida alguna. La tentación a la justificación es muy grande, ya que tendemos casi instantáneamente a encontrar causas culpables de manera externa, o al menos a responsabilizar a los demás de nuestras desgracias ya sean estas personales o colectivas. De nueva cuenta su respuesta fue contundente, ¡es lo que hay!...recursos, situaciones, circunstancias, características, nivel, compromiso, personas… y con eso hay que cambiar la realidad.

Coincido con los que señalan que el problema neurálgico de nuestro país y de nuestro estado es que no logramos procesar los acuerdos y los cambios satisfactoriamente, el sistema no está hecho para eso. No hemos tenido el coraje, la visión, la honestidad y sobre todo, la generosidad de aceptar nuestra realidad y por consiguiente el compromiso que tenemos en el logro de los cambios que México y Michoacán reclaman.


Debemos empezar por situarnos en nuestra propia realidad…reconocerla y aceptarla, y desde ahí recuperar la vía del sentido común. Sí, por supuesto que es doloroso, para nadie es atractivo reconocer sus errores y sus miserias, lo que pudiera generar desánimo, máxime si hablamos a nivel general o comunitario.  Sin embargo es un punto de partida fundamental en el camino por salir del bache socio-político en el que nos encontramos como sociedad. Creo que asumir esa postura constituye una posición objetiva y realista que no pretende caer en la conformidad ni en la justificación, sino reconocer la urgencia de colaborar de manera personal al cambio de una realidad que a nadie convence.

 Es necesario retomar la vía de la sensatez, del esfuerzo y de la esperanza por conseguir un mejor futuro, confiar nuevamente en nosotros en que podemos hacer las cosas. Lo que no debemos permitirnos es acostumbrarnos a una realidad que no nos gusta, de fracaso, violencia y frustración… Los momentos de crisis –como el actual- son oportunidades valiosísimas para aflorar lo mejor de nosotros mismos y ponerlo al servicio del bien común. El llamado aplica para todos: empresarios, políticos, partidos, sindicatos, maestros, alumnos, empleados…en el fondo todos somos ciudadanos y por tanto corresponsables de nuestro propio destino común… Hoy por hoy este es un tema de responsabilidad social frente al enorme reto que nos lanza la delicada situación que vivimos.


Somos los que estamos y no hay más, esto es lo que hay… y con eso tenemos el compromiso enorme de sacar a flote a nuestro estado y nuestro país. Es el momento de demostrar la talla de que estamos hechos.
 
 

viernes, 18 de octubre de 2013


“Y… ¿POR QUÉ HASTA AHORA?”
El miércoles pasado presentamos un posicionamiento institucional de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos respecto a la problemática de las manifestaciones y los derechos de terceros a raíz de la marcha de los normalistas del estado. Un paso importante por encaminar a esta noble institución a asumir la responsabilidad histórica e institucional que el Michoacán de hoy le exige.
En la rueda de prensa un reconocido periodista alzó la voz para preguntar respecto de la postura asumida “y… ¿por qué hasta ahora?”. Sin duda aquello generaba suspicacia e incredulidad…sino al menos en clave política moderna hasta cierto sarcasmo.
La pregunta encierra en sí misma un gran fondo…reconoce una realidad a mejorar, cierta esperanza frente al cúmulo de deudas y agravios históricos, y al mismo tiempo un justo reclamo…invita a reconocer la necesidad de retomar con urgencia la senda del sentido común. Tratando de contestarla he pensado lo siguiente:
Reconozco que existe en el ambiente una renuncia tácita a contribuir a la vida social y política, una cierta tendencia que relaciona el ejercicio de la política como algo indigno, despreciable o que ensucia hasta al mejor intencionado… un cierto acostumbramiento al statu quo. Sin embargo esto convencido de que frente a la difícil situación del estado, se requiere una mayor decisión y valentía para acometer los desafíos que tenemos encima.
Cada día me convenzo más que como ciudadanos tenemos una seria y grave responsabilidad para contribuir a que la sociedad alcance mayor justicia, igualdad, libertad, orden público y paz… Tenemos obligación de conocer nuestros derechos y nuestras obligaciones…y de hacerlas cumplir… derecho y deber de participar.
No podemos abdicar de participar en política, entendiéndola en su sentido amplio, es decir, como toda actividad económica, social, legislativa, administrativa y cultural que tenga como objetivo la promoción del bien común. Es tarea netamente ciudadana el dotarla de sentido, referenciarla de nueva cuenta a los principios de la persona, revalorizarla como una actitud que reclama la más grande coherencia…la propia…esa que genera autoridad y que responde con congruencia frente a posiciones acomodaticias…la única que puede restituir la  finalidad de la acción política en términos de servicio.
No podemos cruzarnos de brazos cuando se relega a los ciudadanos fuera de la vida pública y se nos impide participar de manera efectiva en temas como la educación o la cultura…cuando pretendemos responsabilizarnos y recuperar los fueros que solamente fueron encargados… derechos que no los son de los políticos sino de los ciudadanos, y que a nosotros corresponde ejercitarlos. Gran paradoja, los ciudadanos excluidos de la escena pública, por quienes teóricamente –y nada más en ese plano- son representados.
Para cambiar no bastan los buenos deseos y las puras intenciones, el auténtico progreso social requiere ante todo un cambio de nosotros como ciudadanos…cambio que solo se dará uno a uno, paso a paso…para después obligar el cambio del sistema y de sus instituciones.
Sería insuficiente un mero compromiso ciudadano que busque transformar las estructuras, se requiere de un cambio cultural en la base misma e íntima de la sociedad…ese cambio personal. Romper paradigmas… inercias…vencer la propia comodidad.
El compromiso ciudadano que hoy se requiere implica fortaleza y valentía…generosidad con el tiempo y con nuestros demás recursos. Requiere que nos movamos, y que movamos a otros… y eso solo será posible en la medida en que tengamos un compromiso y aportemos… que arrastremos con el propio testimonio y ejemplo. No valen discursos ni arengas…
Hoy más que nunca la responsabilidad pública de los ciudadanos nos obliga a salir de nuestro pequeño mundo privado, de nuestra zona de confort… Michoacán lo requiere pues somos corresponsables del bien común.
¿Qué encontraremos resistencia?...por supuesto… ¿Qué no somos profesionales de la política y poco conocemos de ese mundo?... ¡afortunadamente!, aunque hay que empaparse con el mínimo de conocimiento que nos permita hacer crítica seria y constructiva… positiva… que tanta falta hace. Es momento de sumar, de encontrar las coincidencias… ¿Qué implica nuevas responsabilidades?... ¡claro!, y además es indispensable  vencer el miedo al compromiso y aventurarse a la cosa pública con el ánimo de conservar siempre la identidad ciudadana, eso que cada quien distingue como sus propios “irrenunciables”.
El reto es hacer frente a la realidad imperante. Intentar cambiarla, mejorarla…aportar. Sin duda habrá choques por contrastes, ante ello se precisa una síntesis vital de esfuerzo ciudadano dirigido a la creación de una nueva cultura de hacer política. Una política que entienda a la ciudadanía no solo como los titulares de cierto conjunto de derechos y obligaciones de tipo electoral…sino como personas comprometidas que asumen la urgencia de atender las necesidades de los demás y de remediar las injusticias vigentes.
Y sí… ¿por qué hasta ahora?...Porque Michoacán y lo michoacanos lo reclaman… Porque saberse ciudadano hoy, comporta la certeza de la indeterminación de la historia… una historia abierta a múltiples posibilidades en las que nuestra participación es esencial y determinante… ¡de la que hoy más que nunca somos… y debemos ser protagonistas!
·         El autor es consejero de la CEDH.

@agcussi


viernes, 11 de octubre de 2013

“MIEDO DE LOS POLÍTICOS A SER CONGRUENTES”




“MIEDO DE LOS POLÍTICOS A SER CONGRUENTES”

Siempre he creído –y todos los apasionados de la <cosa pública> estarán de acuerdo conmigo- que la vocación política es una <estocada> que se lleva durante toda la vida, es una especie de pasión incurable que aguijonea desde lo más profundo del propio ser y que, de ser auténtica y legítima, lleva necesariamente en algún momento a preguntarse por la naturaleza, exigencia, objetivos, así como valorar los riesgos y dificultades que la actividad política -conscientes de su nobleza- implica.

Entender la política como el uso del poder legítimo para la consecución del bien común, conlleva implícita en su definición algunos elementos esenciales, que so pena de desvirtuarla, constituyen su núcleo básico. Así se puede hablar de espíritu de servicio, carácter desinteresado para no buscar el propio bien ni el del partido, sino el de todos y cada uno, y de virtudes de gran calado propias del político como la prudencia y la justicia, que ordenadas a la acción concreta deben llevar a generar las condiciones de igualdad de oportunidades y al favorecimiento de los más relegados.

El discurso político actual en nuestro país está plagado de frases <elaboradas> que vuelven una y otra vez demostrado luego en los hechos la tristeza de su vacuidad. Así el carácter de servicio público de la política -verdad tan obvia como exigente- se banaliza y pierde su contenido cediendo a la tentación de lo inmediato. Sostener esta nota constitutiva de la política implica un compromiso que no puede reducirse a una reafirmación genérica de los principios o una simple declaración de buenas intenciones, se trata sin duda, de un compromiso cotidiano que exige competencia del propio deber y de una moralidad a toda prueba que demuestre una gestión desinteresada y transparente del poder, lo que solo puede expresarse en un actitud de coherencia personal producto de una correcta concepción de la vida social y política a la que se pretende servir.

Desde siempre me ha llamado profundamente la atención que en nuestro país nos da miedo hablar de valores  en el ámbito público como si hacerlo supusiera traicionar el principio de laicidad del estado. La congruencia personal se interpreta como un intento de implantar un sistema confesional y marcadamente religioso…¡nada más equivocado! La auténtica laicidad se constituye como la autonomía de la esfera civil y política de la esfera religiosa y eclesiástica, pero de ninguna manera de la esfera moral. Muy distinto es el derecho-deber de un político (congruente) de buscar y promover verdades morales sobre la vida social, la justicia y la libertad. El hecho de que estas verdades sean enseñadas por una religión específica –la que fuere- no disminuye su legitimidad civil y la laicidad de ese compromiso de quienes se identifican con ellas, independientemente del papel que la búsqueda racional y la confirmación procedente de la fe, hayan desarrollado en la adquisición de esas convicciones.

 

Lo contrario supone una total esquizofrenia –como frecuentemente se pide a los políticos- para que separen sus convicciones personales al momento de decidir cuestiones de índole público. Este planteamiento que desconoce el obrar obedeciendo a la conciencia única y unitaria del político –principio básico y esencial de un actuar coherente- da lugar a la simulación y a una doble moral. Incentiva dos vidas paralelas de una misma persona, por un lado su dimensión espiritual estrictamente personal, y por la otra su dimensión secular o pública que se refiere a su trabajo, relaciones sociales, cultura, como a sus compromisos políticos y sociales. El argumento de fondo del pluralismo y de la tolerancia política que inhibe la defensa de las propias convicciones como base del sistema democrático, y que procura mantener vigente el principio de laicidad degenera en el esquema contrario: un auténtico laicismo intolerante.

Más allá de las ideologías y programas políticos de distintos colores, existen unas líneas fundamentales a la luz de la ley ética universal y que son comunes a todos. Por lo que creo que el reto –por cierto posible y alcanzable- es lograr ser congruente y coherente con los propios principios en las circunstancias difíciles y siempre nuevas de la actividad política, superando las posiciones pragmáticas que reducen la política a una pura medición de intereses, a una cuestión de demagogia, o peor aún, a meros cálculos electorales.

Se requieren políticos que en las complejas situaciones actuales de Michoacán y de nuestro país, caracterizada por el decline de las ideologías logren repensar y comprometerse con un nuevo modo de hacer política, que aspiren a revalorar nuestras instituciones y a dotar de auténtico contenido las figuras de representación política y de participación ciudadana…que tengan la fortaleza, buen humor, paciencia y perseverancia de ser congruentes.

viernes, 4 de octubre de 2013

“ENTRE LA TRAGEDIA Y EL DRAMA”



“ENTRE LA TRAGEDIA Y EL DRAMA”

Estoy convencido –como lo manifestado en este mismo medio- que lo mejor para Michoacán está por venir. No sé si ya habremos pasado lo peor o incluso si ya habremos tocado fondo…

Lo que sé, es que nos encontramos sin duda en un momento en que existen tantas imágenes de Michoacán y de México como partidos, políticos, grupos, sindicatos, intereses o similares y conexos existan. Un momento en el que de manera aguda se distinguen diferencias esenciales entre la cosmovisión de la clase política y la del resto de los mortales. Instante en el que reconocemos que algo está quebrado, ausente…roto. En el que los puentes de comunicación y el diálogo con el otro se tornan borrosos, cuando no irreconciliables. Disociación entre clase política y sociedad, entre desinterés y voluntaria ceguera… entre las instituciones y nuestras expectativas y proyectos personales.

¿Drama o tragedia?…pérdida o ausencia de vínculos en el tiempo y en el tejido social y político que constituye la base de cualquier pueblo…maestros, normalistas, deuda, inseguridad, corrupción…atraso. Sistema autorreferencial que se convierte en un escenario que por momentos cobra mayor importancia que el drama que en él se puede representar.

Al no haber continuidad ni lugares con historia y sentido propios, se debilita el sentimiento de pertenencia a un historia y el vínculo con un futuro posible…”un futuro que me interpele y dinamice en el presente”.

Ante este panorama de desencanto más o menos generalizado, la historia se nos presenta como el escenario donde transcurre el drama humano. Drama sin libreto y sin garantía de éxito en el que difícilmente puede apostarse a esperar y creer…

Es un momento crucial… de definiciones que nos implican personalmente y como comunidad. En la que se nos presenta el reto de seguir con una actitud –a mi juicio estéril- de considerar que hacemos “lo que se puede hacer”. Actuando en la línea de los acontecimientos, tendencias y sucesos… de lo coyuntural. Reaccionando…sobreviviendo. Posición comodina y de justificación desde la que se critica, pero no se analiza críticamente… o pasar a una que implique discernir…partiendo de una lectura objetiva de los acontecimientos que permita reorientarlos y canalizarlos de manera ética a contestar preguntas del tipo: ¿qué es lo bueno?, ¿qué deseamos?  o a ¿dónde queremos ir?

No debemos dejar pasar la oportunidad de generar nuevos paradigmas…de superar nuestro anclaje al pasado…de vencer el pragmatismo que confiado absolutamente en la política del consenso, atiende lo coyuntural dejando de lado las soluciones integrales que Michoacán reclama…de mostrar una nueva actitud ante el desafío. Si no recuperamos hoy la noción de verdad, de un proyecto compartido…dialogado, respetado, caracterizado por una búsqueda sensata de los mejores medios para alcanzar los fines más deseables (para todos y cada uno), queda sólo la ley del más fuerte…la ley de la selva.

Es momento de reconocer nuestro vínculo social…el aceptar que los michoacanos compartimos destino…que somos hoy una generación de transición que necesita de las anteriores y que se debe a las que nos seguirán. Entendernos como continuadores de las tareas de otros que ya dieron lo suyo…como constructores de una casa para lo que vengan después, y eso nos compromete a preguntarnos qué tipo de sociedad queremos ser, a reasumir con creatividad el protagonismo al que nunca debimos renunciar y a recuperar completamente la esperanza en Michoacán…esperanza que nada tiene que ver con facilismo ni pusilanimidad, sino con dar lo mejor de nosotros mismos en la tarea de reconstruir lo común, lo que nos hace un pueblo. Evidentemente el cambio es cultural, sin embargo una cultura sin arraigo y sin unidad no se sostendrá.

¿Drama o tragedia?...En la tragedia el destino siempre arrastra al desastre sin contemplaciones, y todo intento por enfrentarlo no hace más que empeorar el final imperdonable. En cambio en el drama, el bien y el mal, el triunfo y la derrota son siempre alternativas posibles…El drama del Michoacán de hoy nos sitúa en una encrucijada, quizá angustiante, ¡sí!,  en la que podemos –y debemos- reconocer la invitación y el reto que esta crisis nos lanza para el cambio y la acción.