“TANHUATO: APOLOGÍA DE LOS DERECHOS HUMANOS”
He leído
prácticamente la mayoría de las columnas de opinión sobre el tema. Casi todas
tienen su parte de verdad. He escuchado también reclamos sobre la percepción
ciudadana de que derechos humanos solo defiende criminales…hay testimonios
también de mandos militares y de agentes de policía sobre las dificultades en
el ejercicio de su función y su real temor a salir mal librados frente a
derechos humanos…la constante es en ambos casos un mismo resultado: la inacción
por temor…de un lado por represalías o
por desconfianza al acudir a presentar quejas, por el otro por posibles
sanciones por el ejercicio de su cargo…
Como michoacano involucrado en los derechos humanos, inmerso
en una realidad institucional y gubernamental muy debilitada, en la que incluso
hemos vivido una infiltración y confusión entre “buenos” y “malos”, o quien
debiera tomar el papel en uno u otro bando… dentro de un escenario de violencia
generado por el crimen organizado principalmente encabezado por el fenómeno del
narcotráfico que tiene hoy postrado a nuestro estado, Tanhuato me ofrece una
lectura un tanto especial.
Por supuesto que deben existir dudas legítimas, es inevitable
después del estigma de Tlatlaya. El gobierno mexicano tiene la obligación de
dar respuestas claras y contundentes ante el desprestigio y la falta de
confianza en el actuar de las fuerzas de seguridad que han sido contradichas
por investigaciones periodísticas tirando por tierra las versiones oficiales.
Tendrá que probarse que su actuación se ajustó a los
principios de legalidad (previsión expresa en ley), congruencia (utilización de
medios adecuados que menos perjudique a las personas y a la sociedad),
oportunidad (actuar inmediato con mejor decisión
ante peligro inminente y que no haya más remedio que neutralizar con la fuerza)
y proporcionalidad (relación de adecuación entre el medio y el fin).
Pero de ahí a un escenario de duda general y absoluta, constante
frente a todo el actuar gubernamental, en nada abona al fortalecimiento de las instituciones
que presuponen un mínimo de confianza para mantenerse en pie. Más aún inmersos
de lleno en esta lucha frontal contra la criminalidad que tanto ha lastimado a
nuestro país y que hoy nos reclama unidad. Lo que se requiere urgentemente es
el restablecimiento de esa confianza y la investigación y reparación en su caso,
de cualquier posible violación de los derechos humanos. Pero de todos, de los
presuntos delincuentes como también de los concretos elementos de las fuerzas
federales: policías, soldados, marinos, etc.
Pues lamentablemente son siempre los olvidados y los que para
bien o para mal arriesgan su vida en este tipo de situaciones. Debe recordarse
que en términos de los mismos documentos internacionales que regulan el uso de
la fuerza (Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego
por los Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley emitidos por la ONU), tienen
derecho a que se les proteja la vida e integridad, así como se les proporcione el
equipo necesario para el cumplimiento de sus funciones, se les brinde atención médica
y psicológica y se revisen y mejoren sus condiciones de trabajo buscando un
equilibrio en la sociedad y que ésta les brinde su reconocimiento. Punto que no
estoy tan seguro se esté valorando en su justa dimensión por la comentocracia
nacional.
A estas alturas a nadie conviene exacerbar los ánimos ni
arrojar leña a las instituciones que de una u otra manera tienen en sus manos
el principal problema y preocupación de nuestro país. Si ha habido y hubo errores
y excesos que lleguen a comprobarse en Tanhuato y en otras de sus actuaciones, por
supuesto deben castigarse y sancionarse con todo el rigor de la ley…pero por el
contrario debe tenerse cuidado de no sembrar dudas que terminen por destruir la
poca credibilidad de las instituciones encargadas de la seguridad de México.
Hoy no podemos meter las manos al fuego por dichas corporaciones, justos pagan por pecadores, y como sostiene Jorge Castañeda, el gobierno perdió su presunción de inocencia por casos como Tlatlaya, Apatzingán y Ayotzinapa. Sin embargo de ahí a minar y estigmatizar su delicada labor hay un trecho infinito…como lo hay entre denunciar y linchar.
Hoy no podemos meter las manos al fuego por dichas corporaciones, justos pagan por pecadores, y como sostiene Jorge Castañeda, el gobierno perdió su presunción de inocencia por casos como Tlatlaya, Apatzingán y Ayotzinapa. Sin embargo de ahí a minar y estigmatizar su delicada labor hay un trecho infinito…como lo hay entre denunciar y linchar.
Por tanto, a fuerza de ser justos y objetivos es necesario
alzar la voz y exigir el esclarecimiento de los hechos por supuesto!, pero sin
condenar a priori a uno u otro bando. En todo caso debemos reconocer que
estamos hablando de personas, y por tanto todos titulares de derechos humanos,
aún y cuando el esquema formal de
protección no jurisdiccional de los mismos, se base hasta hoy en un sistema de
eficacia inmediata o indirecta caracterizada por la relación autoridad-ciudadano.
Ojo. La
línea es muy delgada y por ahí dicen que la debilidad de los “buenos” es la
fortaleza de los “malos”.