jueves, 23 de agosto de 2012

"¡QUIERO MI CURUL!"


RES PUBLICAE
“¡QUIERO MI CURUL!”

Cuando aseguraba que como sociedad política nos hemos acostumbrado a todo y hemos perdido casi por completo la capacidad de asombro, me topo con una pequeña y brevísima nota aparecida en algunos medios de comunicación, no en todos pues prácticamente pasó desapercibida, que me sugiere que quizá esa capacidad del ser humano relacionada de manera importante con el sentido común, sí tenga algo de infinita, pues la desfachatez y el desvarío de algunos de esos seres a lo que llamamos pomposa y soezmente “diputados” parece no tener límites.

Y es que, inmersos de lleno en un frenético ritmo vital que nos dificulta cuestionar y reflexionar sobre el porqué y para qué de nuestra realidad (cosas e instituciones), y que como personas (y ciudadanos) nos lleva –voluntaria o involuntariamente- a tolerar, aceptar -y en algunos casos- legitimar la inercia y el statu quo del ambiente en nuestra propia vida, y por ende, en nuestra realidad política, hemos permitido que el tipo de cosas como las que te platicaré en este artículo sucedan sin más.

Y es que resulta qua hace dos semanas un grupo nutrido de personas de diversas colonias de Morelia, encabezado por un diputado local suplente, irrumpió en el Congreso del Estado para exigir el cumplimiento de los acuerdos firmados entre dicho legislador suplente y el diputado titular (actualmente en funciones), en el que pactaban rotarse la titularidad del cargo de diputado cada seis meses…sí, literalmente exigía su derecho a ocupar una “curul”, pues durante la campaña dijo, habrían comprometido varias cosas, entre ellas “alternarse” en el desempeño del cargo cada semestre a lo largo de toda la legislatura…¡nada más!

En un momento en el que el concepto de no pertenencia del cargo público representativo es universalmente aceptado y en otras latitudes se discute la forma de ampliar la representación política, incluso a través de construcciones jurídicas muy complejas que han derivado en verdaderos derechos humanos a la representación a favor de los ciudadanos, que se han configurado estatutos parlamentarios ampliados y se han dotado de instrumentos jurisdiccionales a fin de proteger el vínculo representativo entre elector y representante, la tendencia en la materia aparece sumamente clara.

Lo ocurrido aquí remite y recuerda la Edad Media en la que los cargos públicos eran propiedad de los señores feudales quienes podían disponer de los mismos a su antojo y necesidad, lucrando incluso con ellos, pues finalmente la participación en los asuntos públicos estaba determinado por la capacidad económica y basado en una organización estamental… pero escuchar casos así en la actualidad, dentro de un estado democrático de derecho, de verdad que es inaudito.

Me quedo sin palabras…la realidad termina por aplastar mis argumentos. Como abogado y como apasionado del derecho parlamentario no sé qué pensar ante la crudeza y surrealismo del hecho… ¿dónde queda la figura de la representación política?, ¿el respeto a la voluntad popular?, ¿la honorabilidad del legislador?...eso no importa, es doctrina, es ideal…temas políticamente incorrectos y electoralmente no rentables… El sistema político vigente ha cedido al pragmatismo frente a la razón de ser de las propias instituciones. No me asusta…es un mal universal…lo que me preocupa es nuestra posición frente a ello.

¿Qué debemos esperar del desempeño de ese tipo de “representantes populares” que claramente desvinculan la finalidad del cargo público?…que lo conceptualizan –al  menos en la práctica-, como un “medio de acceso a”… agrégale los sustantivos que quieras. Que reducen tan gran honor y responsabilidad, a una visión meramente patrimonialista…que entienden el cargo como un bien más de su propiedad del cual pueden disponer a su antojo, incluso pactando su rotación durante tres años...Creo que en realidad no lo entienden… ni quieren.

¿Cuándo, cómo y porqué perdimos el sentido y el significado básico y esencial de un cargo representativo? ¿Qué concepto de representación, de política, de bien común o de ética pública tenemos que hemos llegado a extremos de presenciar actos de esta naturaleza, y lo que es más, de dejarlos pasar como una experiencia exótica más dentro del anecdotario público de nuestro estado?

No tiene sentido preguntárselos…”el quiero mi curul” lo dice todo…lo que vale la pena es que nos lo preguntemos a nosotros mismos y en base a tu respuesta actúes en consecuencia.

Siento pena y tristeza ajena –y propia- ante este “berrinche surrealista”, pues son mis instituciones… y las tuyas también. Si como ciudadanos no cuestionamos esto, no sé que pueda cuestionarse en el futuro.

 

 
 


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