RES PUBLICAE
“¡QUIERO MI CURUL!”
Cuando
aseguraba que como sociedad política nos hemos acostumbrado a todo y hemos
perdido casi por completo la capacidad de asombro, me topo con una pequeña y
brevísima nota aparecida en algunos medios de comunicación, no en todos pues
prácticamente pasó desapercibida, que me sugiere que quizá esa capacidad del
ser humano relacionada de manera importante con el sentido común, sí tenga algo
de infinita, pues la desfachatez y el desvarío de algunos de esos seres a lo
que llamamos pomposa y soezmente “diputados” parece no tener límites.
Y es que, inmersos de lleno en un
frenético ritmo vital que nos dificulta cuestionar y reflexionar sobre el
porqué y para qué de nuestra realidad (cosas e instituciones), y que como personas
(y ciudadanos) nos lleva –voluntaria o involuntariamente- a tolerar, aceptar -y
en algunos casos- legitimar la inercia y el statu quo del ambiente en nuestra
propia vida, y por ende, en nuestra realidad política, hemos permitido que el
tipo de cosas como las que te platicaré en este artículo sucedan sin más.
Y es que resulta qua hace dos
semanas un grupo nutrido de personas de diversas colonias de Morelia,
encabezado por un diputado local suplente, irrumpió en el Congreso del Estado
para exigir el cumplimiento de los acuerdos firmados entre dicho legislador
suplente y el diputado titular (actualmente en funciones), en el que pactaban
rotarse la titularidad del cargo de diputado cada seis meses…sí, literalmente
exigía su derecho a ocupar una “curul”, pues durante la campaña dijo, habrían
comprometido varias cosas, entre ellas “alternarse” en el desempeño del cargo
cada semestre a lo largo de toda la legislatura…¡nada más!
En un momento en el que el
concepto de no pertenencia del cargo público representativo es universalmente
aceptado y en otras latitudes se discute la forma de ampliar la representación
política, incluso a través de construcciones jurídicas muy complejas que han
derivado en verdaderos derechos humanos a la representación a favor de los
ciudadanos, que se han configurado estatutos parlamentarios ampliados y se han
dotado de instrumentos jurisdiccionales a fin de proteger el vínculo
representativo entre elector y representante, la tendencia en la materia
aparece sumamente clara.
Lo ocurrido aquí remite y
recuerda la Edad Media en la que los cargos públicos eran propiedad de los
señores feudales quienes podían disponer de los mismos a su antojo y necesidad,
lucrando incluso con ellos, pues finalmente la participación en los asuntos
públicos estaba determinado por la capacidad económica y basado en una
organización estamental… pero escuchar casos así en la actualidad, dentro de un
estado democrático de derecho, de verdad que es inaudito.
Me quedo sin palabras…la realidad
termina por aplastar mis argumentos. Como abogado y como apasionado del derecho
parlamentario no sé qué pensar ante la crudeza y surrealismo del hecho… ¿dónde
queda la figura de la representación política?, ¿el respeto a la voluntad
popular?, ¿la honorabilidad del legislador?...eso no importa, es doctrina, es
ideal…temas políticamente incorrectos y electoralmente no rentables… El sistema
político vigente ha cedido al pragmatismo frente a la razón de ser de las
propias instituciones. No me asusta…es un mal universal…lo que me preocupa es nuestra
posición frente a ello.
¿Qué debemos esperar del
desempeño de ese tipo de “representantes populares” que claramente desvinculan
la finalidad del cargo público?…que lo conceptualizan –al menos en la práctica-, como un “medio de
acceso a”… agrégale los sustantivos que quieras. Que reducen tan gran honor y
responsabilidad, a una visión meramente patrimonialista…que entienden el cargo
como un bien más de su propiedad del cual pueden disponer a su antojo, incluso
pactando su rotación durante tres años...Creo que en realidad no lo entienden…
ni quieren.
¿Cuándo, cómo y porqué perdimos
el sentido y el significado básico y esencial de un cargo representativo? ¿Qué
concepto de representación, de política, de bien común o de ética pública
tenemos que hemos llegado a extremos de presenciar actos de esta naturaleza, y
lo que es más, de dejarlos pasar como una experiencia exótica más dentro del
anecdotario público de nuestro estado?
No tiene sentido preguntárselos…”el
quiero mi curul” lo dice todo…lo que vale la pena es que nos lo preguntemos a
nosotros mismos y en base a tu respuesta actúes en consecuencia.
Siento pena y tristeza ajena –y
propia- ante este “berrinche surrealista”, pues son mis instituciones… y las
tuyas también. Si como ciudadanos no cuestionamos esto, no sé que pueda
cuestionarse en el futuro.
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