jueves, 13 de junio de 2013

“Reivindicar en la práctica los derechos humanos: compromiso ineludible”




“Reivindicar en la práctica los derechos humanos: compromiso ineludible”


Inmersos de lleno en un ambiente caracterizado por la ausencia de referentes y una profunda crisis de ideas, de convicciones y de acciones que condicionan y determinan los sistemas políticos, económicos y sociales, y que ponen muchas veces en entredicho la dignidad de la persona, los derechos humanos se constituyen en elementos esenciales para cooperar en la construcción de un auténtico sistema político, en el que el objetivo sea lograr el equilibrio esencial en una sociedad plural, más no pluralista.


Bajo la óptica de la realidad cultural vigente, si los comportamientos sociales vienen determinados por los hechos, y las leyes son el resultado de cierta mentalidad dominante expresada en el consenso y en el acuerdo de las diversas posturas, los derechos humanos se reducen a una mera opción humana más, que sería tan legítima y tan válida legal y  moralmente como su contraria. Es la paradoja del relativismo que se funda en un absoluto con el que se explica la igualdad de todas las posturas y de todas las concepciones en torno a la interpretación del hombre y de la sociedad. Por tanto, si no hay un deber ser objetivo, no puede condenarse en defensa de los derechos humanos ninguna conducta, ley, sociedad, estructura… ningún régimen jurídico ni gobierno alguno.

Ante ello es fácil percatarse del peligro del vaciamiento de contenido de los derechos en una sociedad pluralista en la que se desconocen referentes válidos y objetivos y en la que todo queda reducido a fuerzas sociales o a las conciencias de los individuos.


En consecuencia, si se vacía de contenido ideológico al hombre, no será raro después caer en posiciones que basadas en una supuesta “legitimidad democrática”, generen y justifiquen auténticos antiderechos (“despenalización de drogas democrática”, “aborto democrático”, “eutanasia democrática”, etcétera, etcétera).


De ahí la importancia de entender la justificación y fundamentación propia de los Derechos Humanos como principios que garantizan y concretan las exigencias de la dignidad, libertad e igualdad humana.
 
En una época de turbulencia moral, política y social como la actual, los derechos humanos y la libertad deben reivindicarse no solo teóricamente sino también de manera práctica. Esto implica un serio compromiso por parte de los estados y de sus ciudadanos para recuperar, replantear –en clave posmoderna, con creatividad- y llevar a la práctica de manera congruente, los principios básicos de los derechos humanos.

Solamente así, mediante acciones y hechos concretos, vividos día a día, política pública a política pública, ley a ley, se podrá reconquistar la confianza en favor del bien común, camino único para el respeto de la libertad que es servicio a la paz que reclama nuestra realidad.

Esta crisis de la verdad y de la realidad es ante todo una crisis propia de los derechos humanos. La vigencia de estos guarda una íntima relación con la paz y la democracia, al ser un medio idóneo para encauzar una auténtica libertad. Sin derechos humanos no hay democracia y sin democracia no hay paz. Aquí otra gran paradoja de nuestra época: vivimos en el tiempo de los derechos pero cada vez con menos justicia y paz.

En el fondo lo que se propone, es que, frente a la actual crisis democrática que privilegia el pragmatismo frente a todo argumento ético, regresemos a las bases y a los principios que son los que en definitiva justifican la existencia y vigencia de los derechos humanos.
 
 

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