jueves, 18 de julio de 2013

“MICHOACÁN: ¿ESTADO FALLIDO?"


 
 “MICHOACÁN: ¿ESTADO FALLIDO?"

La semana pasada circuló intensamente la columna del periodista Carlos Loret de Mola (Historias de reportero) en la que a partir de supuestos informes de inteligencia del Gabinete de Seguridad Federal, la gobernabilidad del estado ha sido una “pesadilla” y que prácticamente toda la actividad económica, política y social se encontraba cooptada y controlada por un cártel de la droga, concluyendo con la afirmación de que “Michoacán califica como el segundo estado fallido de México”.

El “Estado fallido” es un concepto tan novedoso y polémico –que incluso al día de hoy no encuentra consenso en la doctrina de la Teoría General del Estado-. Se considera como tal aquel estado que pierde el control físico de su territorio o el monopolio de la fuerza, aquel en el que existe una fuerte erosión de la autoridad, que no puede hacer cumplir la ley dada la altísima corrupción que le incapacita, incluso, para suministrar servicios básicos y  mantener relaciones con otros estados. Un estado marcado por la fuga de talentos y una migración masiva, con déficit económico, alta marginación y una desequilibrada distribución de la riqueza… en definitiva un estado que es incapaz de resolver sus problemas por sí mismo, que requiere una injerencia esencial del exterior.

Las condiciones de Michoacán distan mucho de ser las óptimas, y los michoacanos las conocemos perfectamente. Pero de ahí a afirmar que se trata de un estado fallido hay un gran abismo.

En lo personal, y  sin dejar de reconocer la gravedad de la situación, discrepo que Michoacán sea un estado fallido. Es un estado con muchas fallas institucionales ¡cierto!,  pero finalmente existe un mínimo de orden, y sus instituciones, si bien débiles y, algunas incluso corrompidas… siguen funcionando  y en pie a pesar de los pesares. Se mantiene cierto orden social, los servicios básicos se brindan con normalidad –que no con la calidad y eficacia que se quisiera-. La violencia extrema está focalizada en determinadas regiones de su geografía y responde a un problema de crimen organizado perfectamente identificado.

Sí que creo es necesario realizar un diagnóstico serio y objetivo que reconozca las amenazas, pero que con sensatez retrate la realidad de nuestro estado. Sin extremismos…ni el aquí no pasa nada, ni tampoco el que todos vivimos extorsionados pagando derecho de piso al crimen organizado…

En lo personal estoy cansado de escuchar que estamos mal, quisiera escuchar que nos ponemos de acuerdo y que luchamos por un mismo ideal, con distintas visiones, pero con el ánimo de llegar a una solución…de querer avanzar, de transformar esa realidad que no nos gusta y no aceptamos. De saber pedir ayuda del exterior, sin esperar que se nos rescate…de saber sacar la cabeza para escuchar objetivamente la visión externa y oxigenarse, superando el efecto burbuja del veneno del pesimismo y de la percepción de fracaso que fluctúa en el ambiente…encarando valientemente la realidad…rompiendo paradigmas que a manera de fantasmas han desincentivado la creatividad y grandeza de este pueblo.


Hoy no es tiempo de medianías. Si existe una verdadera intención por ayudar a nuestro estado a resolver sus problemas, bienvenida sea…es momento de fortalecer la debilidad estatal e institucional a través de la generación de confianza y de la construcción de auténtica ciudadanía… Afortunadamente Michoacán no es ¡aún! un estado fallido…y no lo será en la medida en que los michoacanos nos afanemos en que así sea. Pero reconozcamos de una vez para siempre que estamos jugando con fuego y que no podemos asumir una posición endeble…es imperativo dimensionar y asumir de manera valiente y objetiva, las responsabilidades personales e institucionales que la realidad nos impone. Y la ayuda del exterior para vencer esa percepción es vital señor Loret. Las generalizaciones hacen mucho daño y más en temas tan delicados.
 
 

jueves, 11 de julio de 2013

“NO TENER MIEDO A LA VIDA”




“NO TENER MIEDO A LA VIDA"

Ante la presentación de la iniciativa de reforma constitucional que protege la vida desde el momento mismo de la concepción por parte del diputado local  Antonio Sosa que reencendió el debate sobre el tema, comparto con ustedes este artículo que publiqué en octubre de 2011 en este mismo medio.

Es indudable que el tema del aborto es un asunto  polémico que levanta ámpula y desborda pasiones, separando posiciones entre una y otra posturas en torno al inicio de la vida.

Creo firmemente que el debate y el contraste de programas ideológicos son presupuestos básicos de un sistema democrático, sin embargo hay temas <importantes> que por su trascendencia y calado ético se encuentran en el campo del derecho natural y por ende más allá de su posible definición  por medio de un principio  mayoritario, es decir que requieren de un tratamiento distinto por involucrar definiciones esenciales y objetivas del ser humano y que por tanto no pueden ser sometidos al vaivén de la voluntad  de los grupos en un momento determinado.

Es claro que el debate se da en un momento social y moral de nuestro país que no es el óptimo para abordar con objetividad, tranquilidad y honestidad –dentro de lo posible- un asunto de tal envergadura. Situación que de entrada ha provocado una mayor polarización y relativizado las posiciones de ambos bandos.

Considero que el debate posmoderno sobre este difícil tema requiere de una renovada fidelidad creativa a principios comunes. En el caso del aborto me parece que ese principio común, por paradójico que parezca, es la protección de la vida misma, en un caso defendiendo al no nacido y en el otro a las madres que pudieran ubicarse en una situación extrema de poner en riesgo su vida por un aborto provocado en condiciones insalubres. Nadie –según entiendo- defiende el aborto por el aborto mismo, incluso quienes están a favor de su legalización lo plantean como una mal necesario en aras de subsanar un abuso o reivindicar derechos a favor de la mujer. Partiendo de ahí, no debemos perder el objetivo.

No se trata solo de un simple problema de salud pública, del que incluso no se tiene una estadística confiable y respecto del cual se cierne la amenaza permanente de la <cifra negra> que tiende a subjetivar posiciones, tampoco de encarcelar ni castigar a nadie, ni a la madres que abortan, ni al ser humano en potencia que llevan en su seno. Mucho menos se trata, como se ha pretendido centrar la discusión, de una posición moralista y/o dogmática de las iglesias (incluida la Iglesia Católica)  ni de un irremediable colisión entre dos derechos que pudieran parecer irreconciliables como son el derecho a la vida y el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo. Se trata de derechos autónomos que no se excluyen mutuamente sino que coexisten en un delicado equilibrio y que permiten afirmar que es viable hablar de congruencia entre la verdad del hombre y la moderna teoría de los derechos humanos.


El punto es mucho más profundo pues se pretende definir el inicio de la vida de un ser humano, con todo lo que ello implica. Debemos evitar la tentación de generalizar las excepciones, así como del desinterés por profundizar en el aspecto ético y decisivo que definiciones de este tipo acarrean. Como se ve, es mucho lo que hay detrás… Y si al parecer no existe certeza científica –o al menos las partes no reconocen los argumentos del otro-  respecto a la fecha exacta del inicio de la vida, lo <razonable> sería optar por lo más seguro o prudente. ¿Por qué si en el caso del derecho ambiental priva el principio de precaución o cautela el cual exige la adopción de medidas de protección antes que se produzca realmente un daño, operando ante la amenaza a la salud o al medio ambiente y la falta de certeza científica sobre sus causas y efectos,  habría de ser distinto en el caso del ser humano? ¡No tengamos miedo a la vida!

No se vale despreciar el diálogo y debatir entre sordos… Es necesario que ambas partes hagamos un esfuerzo mayor por escucharnos, por ir al fondo, de llegar a desentrañar lo que el otro quiere expresar a través de sus argumentos, estar al lado del otro, tratar de comprenderlo, respetarnos, en definitiva… lograr enfrentarnos con nosotros mismos. Creo que el debate debe desdramatizarse y despersonalizarse, no debe confundirse a la persona con su obra, ni condenarse a priori al que piensa distinto, tenemos responsabilidad de profundizar y formar nuestra conciencia a fin de concretar un juicio recto y honrado al respecto. El hecho de defender una posición no debe tener por finalidad el simple ego que se deriva de tener la razón ni solucionar un problema personal…en el fondo implica la búsqueda de la verdad sobre un tema trascendental. Y eso se ha perdido de vista en el debate actual en el que solo aparecen sentimientos amargos, nocivos y divisionistas de unos contra otros.

Es muy fácil destacar los puntos que nos hacen diferentes, el verdadero reto se ubica en saber encontrar las semejanzas y a partir de ahí, con base en un auténtico interés por el aspecto ético que envuelve la realidad de la vida humana, construir un debate del tema con altura de miras y buena voluntad mediante el cual pueda arribarse a la verdad, que es contundente por sí misma. Sin olvidar jamás que “la verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad”.

Es imprescindible no olvidar que el respeto por la vida implica dar vida a todos, tanto a los que están en peligro material de perderla, como a los que están en peligro espiritual de robarla. Por tanto creo que el debate debe partir de ese punto…de no tener miedo a la vida.
 
 

jueves, 4 de julio de 2013

“ANTE EL MICHOACÁN DE HOY, LA COMISIÓN ESTATAL DE DERECHOS HUMANOS, TIENE EL DEBER Y COMPROMISO DE ASUMIR EL PROTAGONISMO INSTITUCIONAL AL QUE ESTÁ LLAMADO”


 
 
“ANTE EL MICHOACÁN DE HOY, LA COMISIÓN ESTATAL DE DERECHOS HUMANOS, TIENE EL DEBER Y COMPROMISO DE ASUMIR EL PROTAGONISMO INSTITUCIONAL AL QUE ESTÁ LLAMADO”

 

Comparto con ustedes estimados lectores, que el día de ayer, después del proceso de selección y comparecencia respectivo –junto a 3 destacados perfiles – protesté ante el Congreso del Estado como consejero ciudadano de la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Se trata de un cargo honorífico  para un período de 2 años que entre otras responsabilidades, tiene la de fijar los lineamientos generales  que debe seguir la Comisión Estatal de Derechos Humanos en la materia de su competencia.


Reconozco el nombramiento como un honor y una oportunidad de servir a Michoacán y a su gente y celebro la integración de un consejo ciudadano en el que claramente se apuesta por una recarga generacional de las instituciones (rasgo que se ha repetido en la integración de otros órganos autónomos de Michoacán como el caso del Instituto Electoral y en el Instituto de Transparencia y Acceso a la Información). Un consejo que de inicio da muestras de apertura y de disposición para construir, de aportar su talento para construir en pro de los derechos humanos de los michoacanos…que invita a sumarse y a retomar las propuestas valiosas de los expertos y de los defensores que participaron en el proceso de selección, a los consejeros suplentes y a todos  los ciudadanos que así lo deseen, pues todos tenemos algo que aportar. ¡El reto apenas comienza!


No cabe duda que la percepción ciudadana sobre la actuación de los organismos de derechos humanos no es del todo halagadora… no se trata de un tema fácil. Los ciudadanos asocian la defensa de los derechos humanos con la defensa de los delincuentes…es urgente trabajar en revertir esa percepción y en ganar la confianza de la ciudadanía. De ahí que una política de total apertura y transparencia absoluta del funcionamiento de la comisión, así como una decidida, congruente e independiente actuación tendiente a generar acciones predecibles por parte de la autoridad, sean hoy, no una concesión de buena voluntad, sino un requisito indispensable para recobrar su credibilidad y  autoridad. El poder de las instituciones depende de la confianza que se deposita en ellas.

En referencia a la situación actual de Michoacán, es necesario recalcar que la existencia de Estado de Derecho está condicionada a la eficaz protección de los derechos humanos, y la eficaz protección de estos requiere, sin duda, de las condiciones mínimas para su realización que solo la vigencia del Estado de Derecho provee. Si no hay orden, si no se cumple la ley, si no se abordan valientemente y con ánimo constructivo los temas de  fondo que vulneran y sistematizan y justifican la violación de los derechos de terceros para hacer valer los propios, no puede pensarse en el respeto de los derechos humanos. Los derechos humanos constituyen la razón de ser del Estado de Derecho.

 

Es imperativo que la CEDH esté presente en la generación de la agenda y de la opinión pública…en la formación de los ciudadanos…en la generación de nueva cultura y en la construcción de los nuevos paradigmas…no bastan las recomendaciones. Su función ha de condicionar la actuación del gobierno, orientándolo además en todo momento a proyectar y aterrizar en condiciones de bienestar común y acceso real a los ciudadanos los derechos –y obligaciones- de que son titulares. Para ello se requiere una agenda clara y ambiciosa que tenga siempre en la mira a las y los michoacanos…desarrollar un plan de trabajo que privilegie la prevención a la reacción…hay que llegar a tiempo a prevenir las violaciones de los derechos…sobre todo si los diagnósticos y estudios ya tienen bien ubicados los principales problemas en la materia.


En el fondo, creo que el reto fundamental será que la Comisión Estatal de Derechos Humanos reconozca y asuma el rol institucional que le impone la realidad política y social de Michoacán como corresponsable en la construcción y vigencia de un real estado de derecho. Eso conlleva necesariamente el rompimiento de paradigmas y la necesidad de dotar de contenido y significado su función. Implica recobrar su natural protagonismo, recuperar la confianza ciudadana, en definitiva… ganar en “autoridad”.

lunes, 1 de julio de 2013

“LA POLÍTICA ENCORSETADA”


 
“LA POLÍTICA ENCORSETADA"


Cada día me convenzo más de que nuestra realidad política se encuentra de cabeza. Hemos caído a un sistema absurdo, artificial, donde tenemos que cuidarnos de quienes  técnicamente son nuestros mandatarios y representantes, existe en la práctica una división tajante entre la clase política y los ciudadanos, no hay conexión, ni en la agenda de temas prioritarios ni en los intereses, ni en los tiempos…lo que pareciera importante a unos no los son para otros.

La labor política se ha convertido en una actividad cíclica extremadamente mecánica y predecible, aburrida, ineficaz… estéril. Una actividad sin credibilidad y en el mejor de los casos con mala reputación. No es casualidad que el 40% de la población del país no tenga ningún interés en este tema, de acuerdo a los datos arrojados por la segunda encuesta sobre cultura constitucional dados a conocer por el Instituto de Investigaciones  Jurídicas de la UNAM.

Las grandes decisiones son tomadas cupularmente y están decretadas de antemano, y en su intento por imponerlas pretenden ser <legitimadas> a costa de lo que sea dejando en el camino claras muestras de incongruencia e imposición.

No hay lugar al mérito ni a la capacidad…se privilegia el continuismo y la sumisión ciega a los dictados del “padrino” o “mecenas”, a los intereses de los grupos que se forman al interior de los partidos políticos. Se dispone de las voluntades, se coacciona con el poder mismo…el que pone dispone, se coarta la libertad y la dignidad.

La actividad electoral bajo este esquema se reduce a una relación clientelar y mediatizada con el único objetivo de acceder al poder…lo demás poco importa. Los electores en su gran mayoría no votan libremente, se les ha maleducado a exigir <algo> a cambio de su voto, se les <moviliza>, no existe un movimiento autónomo de su parte, se trata de un apoyo artificial, condicionado, efímero… se ha mercantilizado la política.

La política así entendida deja muy poco espacio para la creatividad y la iniciativa. Invita a la estrechez de ánimo, de visión y a la poquedad. El sistema político mismo impide auténtica competencia y la mejoría que esta trae consigo…el poder es del grupo que lo detenta.

Nos hundimos en un mar de intereses particulares y de grupo que no permiten levantar la vista y enfocarnos en los problemas realmente importantes. El nivel del debate político lo dice todo. Los especialistas llaman a este fenómeno desdemocratización, los ciudadanos simplemente…grilla.

Te aseguro que si lográramos liberar a los políticos y a nuestros representantes de ese corsé impuesto, tolerado y fomentado por nuestro sistema, la realidad sería otra. El interés común debe prevalecer y eso en definitiva depende de nuestro compromiso personal en el tema.

¿Habrá alguna manera de regresarle a la labor política su reputación original? O al menos su frescura, libertad o sentido común? ¿Podremos atraer de nuevo a la gente a participar realmente por convicción y pasión en pos de un ideal u objetivo? … en suma, ¿podremos  mover nuevamente voluntades y almas? Mi respuesta, a pesar de parecer idealista, es sí…siempre y cuando los ciudadanos  impregnemos la actividad política  de nuestra propia forma de ser, de nuestro sello personal y nos animemos a entender y asumir esta noble actividad –de la cual por cierto no nos libramos jamás; la ejercemos o la sufrimos- en su sentido más amplio y noble posible.