“LA POLÍTICA ENCORSETADA"
Cada día me
convenzo más de que nuestra realidad política se encuentra de cabeza. Hemos
caído a un sistema absurdo, artificial, donde tenemos que cuidarnos de quienes técnicamente son nuestros mandatarios y representantes,
existe en la práctica una división tajante entre la clase política y los
ciudadanos, no hay conexión, ni en la agenda de temas prioritarios ni en los
intereses, ni en los tiempos…lo que pareciera importante a unos no los son para
otros.
La labor política se ha
convertido en una actividad cíclica extremadamente mecánica y predecible, aburrida,
ineficaz… estéril. Una actividad sin credibilidad y en el mejor de los casos
con mala reputación. No es casualidad que el 40% de la población del país no tenga
ningún interés en este tema, de acuerdo a los datos arrojados por la segunda
encuesta sobre cultura constitucional dados a conocer por el Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
Las grandes decisiones son
tomadas cupularmente y están decretadas de antemano, y en su intento por
imponerlas pretenden ser <legitimadas> a costa de lo que sea dejando en
el camino claras muestras de incongruencia e imposición.
No hay lugar al mérito ni a la
capacidad…se privilegia el continuismo y la sumisión ciega a los dictados del
“padrino” o “mecenas”, a los intereses de los grupos que se forman al interior
de los partidos políticos. Se dispone de las voluntades, se coacciona con el
poder mismo…el que pone dispone, se coarta la libertad y la dignidad.
La actividad electoral bajo este
esquema se reduce a una relación clientelar y mediatizada con el único objetivo
de acceder al poder…lo demás poco importa. Los electores en su gran mayoría no
votan libremente, se les ha maleducado a exigir <algo> a cambio de su
voto, se les <moviliza>, no existe un movimiento autónomo de su parte, se
trata de un apoyo artificial, condicionado, efímero… se ha mercantilizado la
política.
La política así entendida deja
muy poco espacio para la creatividad y la iniciativa. Invita a la estrechez de
ánimo, de visión y a la poquedad. El sistema político mismo impide auténtica
competencia y la mejoría que esta trae consigo…el poder es del grupo que lo
detenta.
Nos hundimos en un mar de
intereses particulares y de grupo que no permiten levantar la vista y
enfocarnos en los problemas realmente importantes. El nivel del debate político
lo dice todo. Los especialistas llaman a este fenómeno desdemocratización, los
ciudadanos simplemente…grilla.
Te aseguro que si lográramos
liberar a los políticos y a nuestros representantes de ese corsé impuesto,
tolerado y fomentado por nuestro sistema, la realidad sería otra. El interés
común debe prevalecer y eso en definitiva depende de nuestro compromiso
personal en el tema.
¿Habrá alguna manera de regresarle
a la labor política su reputación original? O al menos su frescura, libertad o
sentido común? ¿Podremos atraer de nuevo a la gente a participar realmente por
convicción y pasión en pos de un ideal u objetivo? … en suma, ¿podremos mover nuevamente voluntades y almas? Mi
respuesta, a pesar de parecer idealista, es sí…siempre y cuando los
ciudadanos impregnemos la actividad
política de nuestra propia forma de ser,
de nuestro sello personal y nos animemos a entender y asumir esta noble actividad
–de la cual por cierto no nos libramos jamás; la ejercemos o la sufrimos- en su
sentido más amplio y noble posible.
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