“MICHOACÁN DIFUSO”
La semana
pasada me solicitaban de una revista nacional un artículo sobre lo que pasa en
Michoacán. Por más que doy vueltas al asunto no sé cómo abordarlo, me resulta sumamente
complicado, poco claro...paradójico. Aunque no vivo la violencia…la siento en
el ambiente, la constato en las pláticas y conversaciones en todos lados y en todo momento. La veo en los ojos de
mucha gente, en su tristeza… en su resignación. En los testimonios de muchos
que narran historias otro tiempo increíbles, bizarras, hoy asumidas como
realidad. Al igual que tú, como ciudadanos michoacanos que vivimos esta
realidad presentada afuera como extrema, aceptada dentro como… “normal”.
Que difícil tener un diagnóstico
objetivo de lo que sucede en Michoacán…son tan dispares las realidades en las
distintas partes del estado. Conciertos de cámara de clase mundial por un
lado…mujeres y niños refugiados en iglesias para evitar ser lastimados o
muertos, por otro. Desplazados, autodefensas, paros. Todo bajo el mismo techo. Michoacán
es hoy más que un mosaico de pluralismo una leyenda surrealista en la que los
límites entre la realidad, la ficción…el miedo o paranoia se encuentran
difuminados…difusos…sí Michoacán difuso. Asumida cierta normalidad…tensa calma.
Condenados a la inmovilidad y a sobrevivir las circunstancias más que a
trascenderlas.
Los retos impuestos por el tiempo
presente implican, control, coraje…decisión… determinación. El momento
histórico reclama prudencia sí…mucha, pero más valor y consistencia. No vale
abdicar a la propia responsabilidad, a la posibilidad de aportar al cambio ni
mucho menos apelar incapacidad o temor, a estas alturas resulta traición.
Difícil hablar del respeto,
vigencia y promoción de los derechos humanos en un escenario en el que no se
tiene garantizado el piso mínimo. ¿Vida?, ¿seguridad?, ¿trabajo?. ¿educación?…¿cultura
de legalidad?…¿partes del territorio del estado fuera de su control o
jurisdicción? ¿Cómo pensar en derechos de nuevas generaciones cuando no se aseguran
los básicos?
Las instituciones, ¡todas!, están
llamadas a encontrar su finalidad y pronto. No se vale seguir tolerando una
“cierta” normalidad estatal cuando en realidad no la hay. Es incongruente e injusto “voltear a otro
lado”, desentenderse. Deben cumplir su responsabilidad histórica. No podemos
acostumbrarnos a aceptar que “no pasa nada” o que sea un reto llamar a las
cosas por su nombre.
Lo primero es aceptar la realidad
y asumir valientemente la responsabilidad de cambiar. No solo se puede sino que
se debe intentar. Los que no quieran o no puedan, que se vayan…no son tiempos para
comodones ni para cobardes. Hoy quien no incomoda, obstruye… estorba. Nuestro
estado y nuestra ciudad exigen orden, certeza, consistencia, idea, pasión…rumbo…compromisos
personales.