TOMAR A MÉXICO (Y A MICHOACÁN) EN LAS MANOS
Conforme
avanza su período de gobierno,
normalmente los hombres que detentan el poder van mostrando una sensibilidad y
una madurez preclaras, sobre todo al final del mismo, que representa el momento
de mayor soledad y el tiempo de reflexión para evaluar lo realizado y lo que
aún falta por hacer. Me refiero a esa madurez que asienta al político que ha
dejado de ser un candidato y el personaje que pelea incansablemente por
legitimar sus decisiones, para dar paso a la posibilidad de convertirlo en un
auténtico estadista, después de haber vivido y experimentado tan de cerca y de
manera tan profunda los problemas de un país o de un estado. Y aunque en
nuestro sistema político mexicano esta situación no sea tan frecuente, creo que
en el caso del expresidente Calderón tuvimos una clara muestra en el discurso
que dirigió en 2011 a los 300 líderes más influyentes del país.
Desde
esta columna hemos abordado constantemente la necesidad de asumir la propia
responsabilidad –en la medida de las circunstancias personales, profesionales o
sociales- en la resolución de los asuntos que nos afectan a todos (res
publicae), animando la participación
ciudadana e insistiendo en la importancia de colaborar incansablemente a la
consecución del bien común a través de la incidencia en la toma de decisiones.
El cambio viene de nosotros, no de fuera. Vale retomar el fondo de ese discurso
con motivo de estas fechas patrias.
El speach del expresidente representó un
grito catártico por la imposibilidad de cambiar la realidad solo, por no encontrar
el eco y apoyo necesarios en el lado de la ciudadanía (reflejaba esa soledad de
fin de mandato que apuntábamos anteriormente) y se convirtió en un grito de
impotencia reclamando congruencia por parte de un país que sufre, pero que no
se anima a cambiar de fondo, a cambiar el statu quo, a cambiar
personalmente…que delata como él mismo dice, esa brecha entre los ciudadanos y
la política. Incluso sonando en momentos
a reproche sobre la congruencia y el compromiso en esa “reforma personal” que es
la que provoca los rezagos de nuestro país:
“…Hay una brecha enorme en México,
y hay una brecha enorme entre muchos líderes de México, entre lo que decimos y
lo que hacemos, entre las palabras y los hechos…”. Tiene toda la razón,
creo que en el fondo, aunque con matices, la lectura final debiera ser la de
una sincera arenga a la apertura y participación ciudadana.
El
Presidente no dijo nada nuevo, es una verdad de Perogrullo, pero lo importante
es que lo reconoció y lo expresó…discrepo sin embargo, en su solución. No creo
que todos deban entrar a la política como candidatos a diputados, presidentes
municipales o gobernadores como invitó a los presentes a ese evento (en su
mayoría exitosos empresarios, deportistas, emprendedores, etc.): “…si no les gustan los partidos políticos,
hagan un partido político; si no les gustan los candidatos a diputados, sean
ustedes los candidatos a diputados…“…pero sería más padre, se los aseguro, que
esos 300 líderes fueran diputados y lo decidieran en el Congreso”. El punto
es que deben entrar los que tengan auténtica vocación para el servicio público,
habrá algunos que siendo exitosos en alguna otra actividad, la tengan, pero no
cabe generalizar.
La
política es mucho más que el ejercicio de un cargo público… la política implica
orientar todas las potencialidades, talentos y virtudes del ser humano hacia la
consecución de objetivos comunes, en
definitiva, procurar el que su compromiso y su tarea diaria personal –sea cual
fuera, no solo el gobierno- incidan en
la resolución de los problemas y retos de todos. Lo contrario supone reducir
esta noble actividad de la política a uno solo de sus componentes que es el
gobierno. Necesitamos a esos líderes y emprendedores en la sociedad civil, a
esos empresarios en sus empresas, desarrollando una función política sí, pero
desde su propio ámbito natural de actuación,
y necesitamos también a políticos con preparación y vocación, para que
desde el sector público contribuyan a la construcción del país que queremos.
Sin
embargo la solución pasa por exigir ese mismo reto que planteó Calderón a los
300 líderes de México, a los partidos políticos. Ese ciudadanizar la política a
que se refiere implica no solo que los ciudadanos se acerquen a los partidos,
sino que los partidos se abran a los ciudadanos… Y lo sabía, por que reconoce
que el nivel de la política es tan bajo que no atrae a los mejores: “lo que necesita México es mejor política,
porque tiene ciudadanos valiosísimos, ciudadanos muy altos para la política que
tenemos”. Y cuando algunos de esos se acercan, se les cierra esa que llama
la “puerta de la política”, “una puerta
medio prohibida para estas organizaciones selectas de liderazgo…”.
Concluyó
el expresidente diciendo “… tomen
ustedes, líderes de México, a México en sus manos…Que lo mejor de México que
son ustedes, pase a lo que México más necesita…” “… el día que la política esté hecha por los ciudadanos, el día que los
ciudadanos sean políticos, ese día México será el proyecto de Nación que todos
queremos.” Estoy de acuerdo, tomemos ese reto… por un lado que los
ciudadanos nos animemos a participar, asumir nuestra responsabilidad pero por
el otro, que los partidos abran sus puertas consecuentemente. ¡Tenemos que
hacerlo!... por México y por Michoacán.
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