sábado, 20 de diciembre de 2014

LOS CIUDADANOS SOLOS: ¿DÓNDE ESTÁ LA AUTORIDAD?



LOS CIUDADANOS SOLOS: ¿DÓNDE ESTÁ LA AUTORIDAD?

    Preocupa constatar de nueva cuenta esa ausencia de la autoridad a lo que nos estamos acostumbrando. No es un caso, son varios…es casi siempre. Los ciudadanos no contamos con la autoridad. Desde lo más básico como pedir el cumplimiento de reglamentos por un vecino ruidoso, hasta presentar una denuncia o reportar un robo…los ciudadanos estamos y no sentimos solos….no confiamos en nuestras autoridades.

El clima de resignación ciudadana da lugar a un clima de indignación contenida y de amarga impotencia, diría Ortega y Gasset… “de asfixia”. Los ciudadanos no tenemos a quien recurrir. Las reglas del juego están ahí, pero nadie las respeta…y tampoco hay una autoridad que las haga respetar.
No podemos hacer como si nada pasara. Ya liberaron los manifestantes y por fin podemos circular, no pasó a mayores, no hubo muertos…La ilegalidad como norma de vida… Podemos cuantificar los daños y pérdidas comerciales, y de tiempo… pero ¿cómo quedan el tejido social, y el ambiente, y el daño al Estado de Derecho? Contestar a estas preguntas es gobernar…no solo resolver coyunturas, sino prever y aplicar soluciones a mediano y largo plazo que resuelvan de fondo las agudas problemáticas de nuestro estado, atreverse a cambiar la historia y el derrotero de una sociedad.

Ante la inacción o –en algunos casos- deficiente y tibia intervención de la autoridad, el ciudadano reacciona de la manera que le es posible para hacer prevalecer sus derechos o proteger su vida o patrimonio…

No podemos, ni debemos acostumbrarnos a ello, eso no puede ser lo “normal”, aunque se trate de justificar y suavizar de mil  maneras: necesidad de expresión social, mecanismo efectivo para expresión de inconformidades, etc. Ese sistema está agotado…nos autodestruye…más aún si la autoridad rehúye su principal función y responsabilidad por ausencia o falta de decisión en su actuar. Resolver los problemas sin apego estricto a la ley no es una salida digna para nadie y  flaco favor hace a la legitimidad y consolidación de un estado de derecho.

La sola ley no es la solución única ni mágica a todos los problemas de la convivencia social, pero de ninguna manera puede olvidarse el trecho que va de la libertad personal a la ley justa, en el que se ha quedado en el camino una ética de la ciudadanía sin la que no puede funcionar un Estado democrático.

…y sí…los ciudadanos estamos solos.

Ante la ausencia de la autoridad debemos responder con más presencia ciudadana…no queda de otra, si no lo hacemos así esos huecos de poder seguirán ocupados por alguien más…
La calidad de una democracia no solo depende de sus políticos profesionales que como diría Max Weber  “viven de”, sino de los políticos vocacionales que “viven para” la política…y ese es el campo natural de los ciudadanos.

No vale justificarse que ante la realidad social, política y financiera tan compleja, el gobierno hace lo que puede….No, lo importante no es el espacio político que otras fuerzas dejan, consienten o permiten, sino el testimonio de quienes se tomen en serio el carácter transformador de la sociedad, que es fruto del compromiso por la verdad. Decía bien en una de sus columnas Jesús Silva Hérzog, ”los verdaderos representantes toman el poder en sus manos para cambiar la historia”….

La autoridad se gana y se conserva, y claro…eso implica continuidad, presencia…orden.

Para que haya orden, debe haber firmeza, y para que haya firmeza se requiere  una dosis de pasión y de responsabilidad…de coraje. La firmeza que necesitamos tiene que apoyarse en la pasión por la justicia y en la aplicación del derecho. ¡Lo contrario significa ciudadanos solos!


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