LOS CIUDADANOS SOLOS: ¿DÓNDE
ESTÁ LA AUTORIDAD?
Preocupa constatar de nueva
cuenta esa ausencia de la autoridad a lo que nos estamos acostumbrando. No es
un caso, son varios…es casi siempre. Los ciudadanos no contamos con la
autoridad. Desde lo más básico como pedir el cumplimiento de reglamentos por un
vecino ruidoso, hasta presentar una denuncia o reportar un robo…los ciudadanos
estamos y no sentimos solos….no confiamos en nuestras autoridades.
El clima de resignación ciudadana
da lugar a un clima de indignación contenida y de amarga impotencia, diría
Ortega y Gasset… “de asfixia”. Los ciudadanos no tenemos a quien recurrir. Las
reglas del juego están ahí, pero nadie las respeta…y tampoco hay una autoridad
que las haga respetar.
No podemos hacer como si nada
pasara. Ya liberaron los manifestantes y por fin podemos circular, no pasó a
mayores, no hubo muertos…La ilegalidad como norma de vida… Podemos cuantificar
los daños y pérdidas comerciales, y de tiempo… pero ¿cómo quedan el tejido social,
y el ambiente, y el daño al Estado de Derecho? Contestar a estas preguntas es
gobernar…no solo resolver coyunturas, sino prever y aplicar soluciones a
mediano y largo plazo que resuelvan de fondo las agudas problemáticas de
nuestro estado, atreverse a cambiar la historia y el derrotero de una sociedad.
Ante la inacción o –en algunos
casos- deficiente y tibia intervención de la autoridad, el ciudadano reacciona
de la manera que le es posible para hacer prevalecer sus derechos o proteger su
vida o patrimonio…
No podemos, ni debemos
acostumbrarnos a ello, eso no puede ser lo “normal”, aunque se trate de
justificar y suavizar de mil maneras:
necesidad de expresión social, mecanismo efectivo para expresión de
inconformidades, etc. Ese sistema está agotado…nos autodestruye…más aún si la
autoridad rehúye su principal función y responsabilidad por ausencia o falta de
decisión en su actuar. Resolver los problemas sin apego estricto a la ley no es
una salida digna para nadie y flaco
favor hace a la legitimidad y consolidación de un estado de derecho.
La sola ley no es la solución
única ni mágica a todos los problemas de la convivencia social, pero de ninguna
manera puede olvidarse el trecho que va de la libertad personal a la ley justa,
en el que se ha quedado en el camino una ética de la ciudadanía sin la que no
puede funcionar un Estado democrático.
…y sí…los ciudadanos estamos
solos.
Ante la ausencia de la autoridad
debemos responder con más presencia ciudadana…no queda de otra, si no lo
hacemos así esos huecos de poder seguirán ocupados por alguien más…
La calidad de una democracia no
solo depende de sus políticos profesionales que como diría Max Weber “viven de”, sino de los políticos
vocacionales que “viven para” la política…y ese es el campo natural de los ciudadanos.
No vale justificarse que ante la
realidad social, política y financiera tan compleja, el gobierno hace lo que
puede….No, lo importante no es el espacio político que otras fuerzas dejan,
consienten o permiten, sino el testimonio de quienes se tomen en serio el
carácter transformador de la sociedad, que es fruto del compromiso por la
verdad. Decía bien en una de sus columnas Jesús Silva Hérzog, ”los verdaderos
representantes toman el poder en sus manos para cambiar la historia”….
La autoridad se gana y se
conserva, y claro…eso implica continuidad, presencia…orden.
Para que haya orden, debe haber
firmeza, y para que haya firmeza se requiere
una dosis de pasión y de responsabilidad…de coraje. La firmeza que
necesitamos tiene que apoyarse en la pasión por la justicia y en la aplicación
del derecho. ¡Lo contrario significa ciudadanos solos!
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