jueves, 4 de abril de 2013

¿PODER O AUTORIDAD?


 
¿PODER O AUTORIDAD?


El poder es uno de los conceptos más difíciles de definir. Si bien es cierto, que la mayoría de las personas tenemos una noción “empírica” bastante clara de lo que este término engloba, encerrarlo en una definición estructurada es una tarea muy complicada.

 

Además de la dificultad para definirlo, el poder por naturaleza, se ha visto siempre envuelto en un complejo entramado en el que se concentran los más diversos intereses ideológicos, filosóficos, institucionales, políticos, sociales, etcétera, que condicionan su concepción. Es sin duda, un tema complejo, pero muy apasionante por representar la médula de uno de los elementos más importantes que caracterizan la naturaleza social del hombre.

 

La definición generalmente aceptada por la literatura es la de Weber que lo describe como la posibilidad de imponer una voluntad sobre la conducta de otro o de un grupo de personas. Por lo que fácilmente se observa que entre mayor sea esa capacidad para imponer tal voluntad y lograr la finalidad buscada, mayor por tanto, será el poder.

 

El quid del asunto se presenta al momento de definir cómo debe ser impuesta esa voluntad a las demás personas, por lo que encontramos posiciones ideológicas muy variadas  que postulan desde la amenaza, hasta la promesa de recompensa, pasando incluso por el castigo físico. Me parece que aquí nos enfrentamos a un tema bastante delicado que consiste justamente en el elemento ético del ejercicio del poder, por lo que dependerá en gran medida del concepto de persona que adoptemos, para justificar tal o cual explicación, ya que la dignidad propia del ser humano condiciona fuertemente el concepto mismo del poder.

 

A la pregunta de fondo de ¿por qué se busca el poder?, los que saben señalan que, normalmente quien ejerce el poder lo hace para promover sus propios intereses, además, por otro lado explican que los individuos requieren buscar el poder  para concretar una organización, a través de su unión con aquéllos con intereses, valores o percepciones similares. Otra explicación que se brinda al respecto es la que señala que el poder es buscado por los individuos por su propio mérito, es decir, por las recompensas emocionales o materiales que su ejercicio brinda de manera natural. Lo que algunos autores señalan como un hecho irrefutable es que el ejercicio del poder se disfruta profundamente.

 

Una característica paradójica del poder es sin duda, la tendencia a ocultar los intereses o motivos que impulsan a una persona a imponer su voluntad a los demás. Esto queda de manifiesto  ya que en gran parte el ejercicio del poder depende de un acondicionamiento social con el cual se busca la forma de ocultarlo.

 

Así como el poder puede ser potencialmente maligno (si se abusa de el), al mismo tiempo resulta socialmente esencial dada la vocación política innata del ser humano.

 

El poder es un elemento básico de la realidad social, y por ende, de su estructura natural que es el Estado, que conserva para sí –en razón de los fines y bienes que protege- el monopolio de la coacción para hacer cumplir su voluntad y conservar su soberanía. Sin embargo, el estado no se erige, como un único poder, lo que se sitúa en constante tensión por mantener un equilibrio entre los poderes que se manifiestan en su seno, garantizando así su correcto funcionamiento. La doctrina jurídica ha nombrado con el término de “factores reales de poder” a todos los agentes que pueden tener una repercusión en la estructura  constitucional del estado, lo que en términos sociológicos se constituyen como  los llamados “poderes fácticos”.

 

Los problemas de poder se presentan cuando esos  poderes fácticos disputan la titularidad o superioridad del poder estatal, tratando de controlar una actividad o simplemente ejercen un poder excesivo -ya sea por pasividad estatal o por el establecimiento de alianzas- con el objetivo de imponer sus propias condiciones. Estas situaciones  pueden deberse a múltiples factores como son: errores estratégicos, corrupción, conveniencia coyuntural, entre otros. El riesgo es muy grande pues puede suceder que los poderes fácticos se sitúen por encima del sistema democrático de un estado, secuestrándolo incluso -por la prevalencia de intereses de grupos por encima del bien colectivo o común- lo que sin duda genera serios problemas de ingobernabilidad.

 

En la realidad política actual de nuestro país y de Michoacán abundan los ejemplos. El reto es exigir el que se ejerza un tipo de poder basado en la persuasión, la educación y el compromiso social que tienda a  cambiar la creencia del sujeto que obedece, al permitirle considerar naturalmente apropiado o correcto el someterse a la voluntad de otro…eso es lo que genera legitimidad y que los antiguos llamaban “autoridad”… y que hoy lamentablemente está tan ausente en nuestra clase gobernante.

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