¿PODER O AUTORIDAD?
El
poder es uno de los conceptos más difíciles de definir. Si bien es cierto, que
la mayoría de las personas tenemos una noción “empírica” bastante clara de lo
que este término engloba, encerrarlo en una definición estructurada es una
tarea muy complicada.
Además de la
dificultad para definirlo, el poder por naturaleza, se ha visto siempre
envuelto en un complejo entramado en el que se concentran los más diversos
intereses ideológicos, filosóficos, institucionales, políticos, sociales,
etcétera, que condicionan su concepción. Es sin duda, un tema complejo, pero
muy apasionante por representar la médula de uno de los elementos más
importantes que caracterizan la naturaleza social del hombre.
La
definición generalmente aceptada por la literatura es la de Weber que lo
describe como la posibilidad de imponer una voluntad sobre la conducta de otro
o de un grupo de personas. Por lo que fácilmente se observa que entre mayor sea
esa capacidad para imponer tal voluntad y lograr la finalidad buscada, mayor
por tanto, será el poder.
El quid del
asunto se presenta al momento de definir cómo debe ser impuesta esa voluntad a
las demás personas, por lo que encontramos posiciones ideológicas muy
variadas que postulan desde la amenaza,
hasta la promesa de recompensa, pasando incluso por el castigo físico. Me
parece que aquí nos enfrentamos a un tema bastante delicado que consiste
justamente en el elemento ético del ejercicio del poder, por lo que dependerá
en gran medida del concepto de persona que adoptemos, para justificar tal o
cual explicación, ya que la dignidad propia del ser humano condiciona
fuertemente el concepto mismo del poder.
A la
pregunta de fondo de ¿por qué se busca el poder?, los que saben señalan que,
normalmente quien ejerce el poder lo hace para promover sus propios intereses,
además, por otro lado explican que los individuos requieren buscar el
poder para concretar una organización, a
través de su unión con aquéllos con intereses, valores o percepciones
similares. Otra explicación que se brinda al respecto es la que señala que el
poder es buscado por los individuos por su propio mérito, es decir, por las
recompensas emocionales o materiales que su ejercicio brinda de manera natural.
Lo que algunos autores señalan como un hecho irrefutable es que el ejercicio
del poder se disfruta profundamente.
Una
característica paradójica del poder es sin duda, la tendencia a ocultar los
intereses o motivos que impulsan a una persona a imponer su voluntad a los
demás. Esto queda de manifiesto ya que
en gran parte el ejercicio del poder depende de un acondicionamiento social con
el cual se busca la forma de ocultarlo.
Así como el
poder puede ser potencialmente maligno (si se abusa de el), al mismo tiempo
resulta socialmente esencial dada la vocación política innata del ser humano.
El poder es
un elemento básico de la realidad social, y por ende, de su estructura natural
que es el Estado, que conserva para sí –en razón de los fines y bienes que
protege- el monopolio de la coacción para hacer cumplir su voluntad y conservar
su soberanía. Sin embargo, el estado no se erige, como un único poder, lo que
se sitúa en constante tensión por mantener un equilibrio entre los poderes que
se manifiestan en su seno, garantizando así su correcto funcionamiento. La
doctrina jurídica ha nombrado con el término de “factores reales de poder” a
todos los agentes que pueden tener una repercusión en la estructura constitucional del estado, lo que en términos
sociológicos se constituyen como los
llamados “poderes fácticos”.
Los
problemas de poder se presentan cuando esos
poderes fácticos disputan la titularidad o superioridad del poder
estatal, tratando de controlar una actividad o simplemente ejercen un poder
excesivo -ya sea por pasividad estatal o por el establecimiento de alianzas-
con el objetivo de imponer sus propias condiciones. Estas situaciones pueden deberse a múltiples factores como son:
errores estratégicos, corrupción, conveniencia coyuntural, entre otros. El riesgo
es muy grande pues puede suceder que los poderes fácticos se sitúen por encima
del sistema democrático de un estado, secuestrándolo incluso -por la
prevalencia de intereses de grupos por encima del bien colectivo o común- lo
que sin duda genera serios problemas de ingobernabilidad.
En la realidad
política actual de nuestro país y de Michoacán abundan los ejemplos. El reto es
exigir el que se ejerza un tipo de poder basado en la persuasión, la educación
y el compromiso social que tienda a
cambiar la creencia del sujeto que obedece, al permitirle considerar
naturalmente apropiado o correcto el someterse a la voluntad de otro…eso es lo
que genera legitimidad y que los antiguos llamaban “autoridad”… y que hoy
lamentablemente está tan ausente en nuestra clase gobernante.
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