viernes, 13 de diciembre de 2013

“CAMBIAR DESDE DENTRO”


 
“CAMBIAR DESDE DENTRO”

Atestiguamos hoy en México una ola reformadora. Llámese política, energética, educativa, fiscal, procesal, electoral… Hay prisa por el cambio…sed de que las cosas y las realidades sean distintas. Urgencia por modificar,  mutar, renovar…lo que sea y para lo que sea. Pareciera que el fondo no importa, el objetivo es cambiar de estado  o situación.

Muchos columnistas nacionales coinciden en que esa vorágine por el cambio ha generado una cierta ilusión colectiva de que al consolidar las “reformas estructurales”, nuestro país despegará de manera importante. Muy en el fondo se vislumbra un reflejo del deseo por que la realidad mejore…señal inequívoca de la esperanza de un futuro mejor.

Reformar leyes, instituciones, sistemas, reglas, escenarios. Nadie habla de reformar a las personas, a los políticos. La verdadera responsabilidad de los ciudadanos de hoy es hacerse dignos de esos cambios. De qué sirve tener nuevas leyes e instituciones si los que las cumplimos o las conformamos no estamos dispuestos a cambiar.

Las leyes son solo el piso mínimo. Por si mismas no transforman la realidad, aunque la impactan progresivamente. Eso creen equivocadamente quienes profesan fe ciega en el cambio por decreto. Más aún en el caso de México, donde abundan las leyes pero su cumplimiento es cosa extraña. Es indispensable que esas leyes –que de ordinario debieran responder a las necesidades impuestas por la cambiante y compleja realidad- se hagan vida, se apliquen y se cumplan. Y eso necesariamente lleva a un cambio cultural. A un cambio desde dentro hacia fuera. No al revés. El esperarlo todo como dado o generado desde fuera corta la responsabilidad personal e institucional en el proceso de cambio.

Que los responsables de cumplirlas y llevarlas a su  plena vigencia tengamos una auténtica disposición a respetarlas y a asumir sus consecuencias en lugar de insistir permanentemente en la búsqueda de recovecos para brincarlas. Que tanto ciudadanos como autoridades entendamos el carácter ejemplar que tienen nuestros actos y su importancia en la consolidación de autoridad.

Cambiar sí, ¡por supuesto! El progreso lo implica. Sin embargo es preciso saber con precisión ¿para qué?, ¿qué queremos? o ¿por qué queremos? ese cambio. El cambio es de dentro a fuera, de las personas a las instituciones, de la unidad a la colectividad…de la familia a la comunidad y de ahí a las organizaciones intermedias y a los estados…Esperar lo contrario es equivocarse rotundamente. El auténtico cambio, el cultural, no puede ser impuesto…nace de la convicción y de la voluntad por hacer las cosas de manera distinta.

Es fundamental serenarnos, reflexionar…dotar de contenido y rumbo fijo a las instituciones, evitando caer en un activismo desbocado provocado por lo urgente y lo aparente… que solo distrae y aleja de las verdaderas metas.

Me sumo a la corriente reformadora sin duda, pero con rumbo, con visión. Ese cambio que implica y responsabiliza pues se entiende de la persona hacia afuera y por eso es proactivo y profundo…es un cambiar desde dentro.
 
 

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