“LA HORA DE LA SOCIEDAD CIVIL”
El
“si no pueden renuncien” de Martí que estremeció a la opinión pública de este
país, cedió paso al “estamos hasta la madre” de Javier Sicilia en su carta
abierta a los políticos y criminales en general luego del asesinato de su hijo.
Históricamente el crecimiento y
posicionamiento de la sociedad civil se ha dado como una respuesta frente a los
pendientes y en su caso –agravios- de los distintos regímenes de gobierno, es
sin duda, una vía por la cual la
sociedad demuestra su descontento por el statu quo.
La sociedad civil es un elemento
indispensable para lograr la democratización de los sistemas políticos. A
partir de la democratización de la sociedad civil, será posible transformar de
fondo a las instituciones que componen al ente estatal, pero esto no será
posible sin nosotros los ciudadanos.
Para que la participación de la
sociedad civil sea realmente eficaz, ésta debe lograr condicionar y fiscalizar
el actuar estatal influyendo en el diseño e implementación de las políticas
públicas, brindado legitimidad a las decisiones gubernamentales. Llegando incluso a constituirse en un verdadero factor
de equilibrio de la sociedad frente al poder estatal.
En ese sentido, debemos entender
que la democracia trasciende el mero formalismo de sus caracteres
esenciales como son la implantación del
sufragio universal, la celebración de elecciones periódicas y el absoluto
sometimiento a la regla de la mayoría, llegando a definirla como un sistema en
el que las decisiones de interés común son adoptadas –directa o indirectamente-
por todos sus miembros.
La democracia así concebida,
propugna por ver siempre las relaciones de poder desde la óptica de los
gobernados no de los gobernantes, como se ha hecho comúnmente en nuestra
realidad política. Implica la obligación de los gobernantes de respetar la ley y velar permanentemente por el
bienestar de los individuos.
El planteamiento de fondo debe
ser el considerar a la sociedad civil como parte integrante del sistema
político, y al mismo tiempo como elemento imprescindible para el ejercicio del
poder. Esta es una forma auténticamente democrática de concebir este último, a
través de la participación social, que considerando de entrada sus diferencias
y su carácter plural, estima necesario –para fines de legitimidad y equilibrio
del sistema- el que las decisiones pasen a través de ella, concretándose en
políticas públicas previamente convenidas.
Bajo esta argumentación se
asegura que los sistemas políticos pueden ser sometidos a un proceso democratizador
desde su base misma, desde el elemento humano que participa conformando la
sociedad civil. Por lo que las acciones tendientes al logro de avances en esta
materia deberán dirigirse a incrementar los espacios y lugares propicios para
ejercer los derechos netamente democráticos de participación y expresión. Ese lugar por definición natural
es sin duda, la sociedad civil.
Debe tenerse cuidado para evitar
el riesgo de que se presente un fenómeno
que los especialistas definen como “déficit cívico”, el cual consiste en la
aparición de una mentalidad de desprecio por parte de la sociedad respecto a
todo lo que tenga que ver con el Estado, constituyéndose como una reacción
anímica a los agravios sufridos por cierta clase o grupo social.
El papel de
la sociedad civil es indiscutible y su importancia es enorme, ni qué decir de
su impacto en la vida gubernamental del propio Estado. Una sociedad civil
vigorosa proporciona a los individuos y a los grupos sentido de respeto por el
Estado mismo, sentido de compromiso positivo hacia la resolución de sus
principales problemas, y provisión de nuevos miembros a la clase dirigente en
formación.
Sin embargo, el factor más
importante para la consolidación de la democracia es la madurez de las instituciones
políticas. Son aquéllas con las que la sociedad civil comparte y se relaciona
en la esfera estatal, y que al mismo tiempo impregna con las necesidades y el
sentir ciudadano. Por lo que la reconstrucción de las instituciones públicas a
partir de la formación de consensos se gestará no desde las elites del poder,
sino a través de la sociedad civil.
Sí la reconstrucción de las
instituciones debe pasar necesariamente a través de la sociedad civil, y ésta
se encuentra debilitada por las diversas circunstancias políticas y sociales
recientes, habrá que tener cuidado para evitar caer en situaciones que
impliquen escenarios de déficit cívico, ya que de manera sistemática los grupos
radicales y violentos van ocupando las áreas de influencia y los espacios que
la sociedad civil desencantada, ha abandonado.
Es una invitación a que nuestra
participación no se quede en la euforia del momento por duro que éste sea, sino
que vaya a más, que implique un auténtico compromiso por lograr un cambio
personal que permita alinearnos respecto a los valores y a los objetivos que
pregonamos. Reconozcamos la necesidad e importancia de exigir, de proponer, de
involucrarnos en los asuntos comunes, cada quien en la medida de sus
posibilidades y circunstancias personales, con generosidad. Es ante todo… un tema
de responsabilidad que implica comprometerse de manera decidida y valiente en
la reconstrucción de la realidad del país, estado y ciudad que queremos para
los nuestros. El reto que tenemos por delante es enorme… hoy no vale excusarse,
¡es la hora de la sociedad civil!
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