¿Y LOS GIGANTES?
El mundo cambia y avanza a un ritmo vertiginoso. Cuando a
nivel macro se habla del chino mandarín como nueva lengua emergente, aquí el
inglés se discute como parte del plan de estudios de nuestras normales…cuando
los programas educativos internacionales se están enfocando en los niños de
kínder para programas de emprendurismo, aquí recortamos el calendario escolar
para que los profesores (de escuelas públicas y privadas) se ausenten los
últimos viernes de mes… Sin ir muy lejos, en otras ciudades y estados cercanos
muy otras son las realidades: infraestructura,
obra pública, planeación urbana…crecimiento. Si ya lo sé, lo he oído hasta el cansancio,
somos un estado previamente endeudado, históricamente problemático…sin
recursos…con pavimentos gastados que cumplieron su ciclo vital hace muchos
años…la justificación de la herencia. Pero siempre esperanzados en el rescate
por parte de la Federación…la justificación de la capacidad.
Es muy significativo el ambiente en nuestro estado…a
veces pareciera que nos obstinamos en ir en sentido contrario a pesar de las
evidencias, desconociendo la dinámica global. Resulta más costoso, más cómodo y
menos arriesgado hacer las cosas como siempre se han hecho. No hay incentivos
para el cambio ni la mejora. Sobrevivir, más que trascender.
No podemos encerrarnos ni
aislarnos en nuestras ideas, nuestros hábitos, nuestras maneras de hacer las
cosas. Es menester salir, romper la autoreferencia, escuchar. Claro sin
traicionar nunca la propia identidad.
¿Dónde están los gigantes que
hicieron posibles las grandes proezas, los de las gestas…los que hacían
historia? Aquéllos que iniciaban los proyectos más aventurados, magnánimos…hoy
imposibles, sin detenerse ante la inmensidad de sus alcances? Aquellos por los que sus obras hablan aún
hoy, porque perduran. ¿A qué se debe que hoy no podamos, o más bien no queramos
aventurarnos a obras de gran calado justificados en el falso realismo de lo
posible? ¿Es qué los michoacanos de hoy somos distintos?
Hoy, la percepción de atraso, de
ese regionalismo –mal entendido-, de la incapacidad al cambio se suma a la
percepción de inseguridad y de
vulnerabilidad, cercenando de fondo la pro-actividad y la creatividad ciudadana
con la indiferencia gubernamental.
No cabe duda que el cambio cultural es indispensable. Cómo
urge oxigenarse, voltear a otros lados y experimentar y aprender, y
equivocarnos quizá, pero volver a intentarlo…no simplemente decir no y
dedicarnos a bloquear los esfuerzos e iniciativas de los demás. Pensar en
grande…renovarse…atreverse. Aceptando y aprendiendo del pasado, pero orientando
las acciones y proyectándolas al futuro. Es la única manera de recobrar la
confianza de un pueblo en sí mismo.
Hoy nuestra realidad vuelve a
interpelar para que seamos lo suficientemente generosos, valientes y
visionarios para trascender. Reconocer los aires de modernidad que se traducen
en progreso y orden. En visiones y
proyectos que no se limitan a rehacer calles y avenidas –por importantes
que estas sean-, sino que sueñan con ciudades de primer mundo y con un estado
que juegue en las grandes ligas. Es un tema de alturas y convicciones, de
actitud…pero también de capacidades.
Es cierto, hay tantas carencias y
necesidades históricas que hay que iniciar por lo primero y más básico, pero no
podemos quedarnos ahí. Eso supondría permanecer en los mínimos…y los mínimos no
son para los que están llamados a ser gigantes.
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