viernes, 25 de abril de 2014

“NO HAY CAUSA PERDIDA”


“NO HAY CAUSA PERDIDA”

En un extraordinario libro que lleva ese título, Álvaro Uribe, expresidente de Colombia plasma sus memorias y experiencia en el manejo de situación límite que aquejaba ese país sudamericano hace unos cuantos años. Recomiendo mucho su lectura. A través de sus páginas puede reconocerse la realidad misma de Michoacán. Permite entender muchos de sus problemas y de las soluciones ensayadas en otras latitudes. Muchos han comparado a Michoacán con Colombia… y sí, hay muchas coincidencias…afortunadamente no hemos caído a los niveles que allá se presentaron. El problema de la aceptación o acostumbramiento a una cultura de la violencia como normalidad, el fenómeno de connivencia del crimen organizado, la ubicación estratégica y de difícil acceso de parte de su territorio, la ideologización y manipulación política…las ofensivas diferencias sociales y de oportunidad…la ausencia de estado….cultura de ilegalidad…la indolencia de sus gobernantes…etc.

A veces da la impresión de que vamos a contraflujo. Es cierto que la situación actual requiere un esfuerzo contracultural en muchos sentidos, sin embargo, si queremos que la reconstrucción de Michoacán tenga base sólidas tenemos que empezar desde los mismos cimientos. Surge la necesidad de imponer el orden, requisito esencial para el progreso de un pueblo, pero al mismo tiempo chocamos con prácticas culturales fuertemente arraigadas que dificultan su consolidación y que impiden despegar. Prácticas que al nacer pretendieron solucionar problemas sociales de su tiempo y que ahora se han convertido en  una forma de vida que en muchas ocasiones denigra a las personas, dificulta la convivencia y estrecha horizontes vitales. Así, el caso michoacano presenta una serie de factores, circunstancias y particularidades históricas y sociales como el tema magisterial y sindical que lo hacen único.

Sin duda el cambio es cultural, debe venir de las personas hacia las instituciones. Insisto que las instituciones políticas son el fiel reflejo de una sociedad. No podemos aspirar a instituciones buenas y justas si los ciudadanos no lo somos. Pero al mismo tiempo implica el impulso de una auténtica reforma de fondo que permita adaptar el sistema político a la realidad e idiosincrasia del pueblo michoacano. El reto es generar orden sin romper la identidad propia, rescatando lo que nos es propio, pero cambiando muchos de los paradigmas que nos han impedido crecer como pueblo.


Cómo urgen a Michoacán buenos gobernantes que, con un poco de visión, inteligencia, sensibilidad,  voluntad –pero sobre todo recta intención- , se animen a generar ese cambio cultural y del sistema, que nos permitan a los ciudadanos volver a creer que nuestro estado no es ni por mucho, una causa perdida. 


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