viernes, 27 de diciembre de 2013

“LA HORA DE LA SOCIEDAD CIVIL”


 
“LA HORA DE LA SOCIEDAD CIVIL”

El “si no pueden renuncien” de Martí que estremeció a la opinión pública de este país, cedió paso al “estamos hasta la madre” de Javier Sicilia en su carta abierta a los políticos y criminales en general luego del asesinato de su hijo.

Históricamente el crecimiento y posicionamiento de la sociedad civil se ha dado como una respuesta frente a los pendientes y en su caso –agravios- de los distintos regímenes de gobierno, es sin duda, una vía por la cual  la sociedad demuestra su descontento por el statu quo.

La sociedad civil es un elemento indispensable para lograr la democratización de los sistemas políticos. A partir de la democratización de la sociedad civil, será posible transformar de fondo a las instituciones que componen al ente estatal, pero esto no será posible sin nosotros los ciudadanos.

Para que la participación de la sociedad civil sea realmente eficaz, ésta debe lograr condicionar y fiscalizar el actuar estatal influyendo en el diseño e implementación de las políticas públicas, brindado legitimidad a las decisiones gubernamentales. Llegando  incluso a constituirse en un verdadero factor de equilibrio de la sociedad frente al poder estatal.

En ese sentido, debemos entender que la democracia trasciende el mero formalismo de sus caracteres esenciales  como son la implantación del sufragio universal, la celebración de elecciones periódicas y el absoluto sometimiento a la regla de la mayoría, llegando a definirla como un sistema en el que las decisiones de interés común son adoptadas –directa o indirectamente- por todos sus miembros.

La democracia así concebida, propugna por ver siempre las relaciones de poder desde la óptica de los gobernados no de los gobernantes, como se ha hecho comúnmente en nuestra realidad política. Implica la obligación de los gobernantes de respetar  la ley y velar permanentemente por el bienestar de los individuos.

El planteamiento de fondo debe ser el considerar a la sociedad civil como parte integrante del sistema político, y al mismo tiempo como elemento imprescindible para el ejercicio del poder. Esta es una forma auténticamente democrática de concebir este último, a través de la participación social, que considerando de entrada sus diferencias y su carácter plural, estima necesario –para fines de legitimidad y equilibrio del sistema- el que las decisiones pasen a través de ella, concretándose en políticas públicas previamente convenidas.

Bajo esta argumentación se asegura que los sistemas políticos pueden ser sometidos a un proceso democratizador desde su base misma, desde el elemento humano que participa conformando la sociedad civil. Por lo que las acciones tendientes al logro de avances en esta materia deberán dirigirse a incrementar los espacios y lugares propicios para ejercer los derechos netamente democráticos de participación  y expresión. Ese lugar por definición natural es sin duda, la sociedad civil.

Debe tenerse cuidado para evitar el riesgo de  que se presente un fenómeno que los especialistas definen como “déficit cívico”, el cual consiste en la aparición de una mentalidad de desprecio por parte de la sociedad respecto a todo lo que tenga que ver con el Estado, constituyéndose como una reacción anímica a los agravios sufridos por cierta clase o grupo social.

El papel de la sociedad civil es indiscutible y su importancia es enorme, ni qué decir de su impacto en la vida gubernamental del propio Estado. Una sociedad civil vigorosa proporciona a los individuos y a los grupos sentido de respeto por el Estado mismo, sentido de compromiso positivo hacia la resolución de sus principales problemas, y provisión de nuevos miembros a la clase dirigente en formación.

Sin embargo, el factor más importante para la consolidación de la democracia es la madurez de las instituciones políticas. Son aquéllas con las que la sociedad civil comparte y se relaciona en la esfera estatal, y que al mismo tiempo impregna con las necesidades y el sentir ciudadano. Por lo que la reconstrucción de las instituciones públicas a partir de la formación de consensos se gestará no desde las elites del poder, sino a través de la sociedad civil.

Sí la reconstrucción de las instituciones debe pasar necesariamente a través de la sociedad civil, y ésta se encuentra debilitada por las diversas circunstancias políticas y sociales recientes, habrá que tener cuidado para evitar caer en situaciones que impliquen escenarios de déficit cívico, ya que de manera sistemática los grupos radicales y violentos van ocupando las áreas de influencia y los espacios que la sociedad civil desencantada, ha abandonado.

Es una invitación a que nuestra participación no se quede en la euforia del momento por duro que éste sea, sino que vaya a más, que implique un auténtico compromiso por lograr un cambio personal que permita alinearnos respecto a los valores y a los objetivos que pregonamos. Reconozcamos la necesidad e importancia de exigir, de proponer, de involucrarnos en los asuntos comunes, cada quien en la medida de sus posibilidades y circunstancias personales, con generosidad. Es ante todo… un tema de responsabilidad que implica comprometerse de manera decidida y valiente en la reconstrucción de la realidad del país, estado y ciudad que queremos para los nuestros. El reto que tenemos por delante es enorme… hoy no vale excusarse, ¡es la hora de la sociedad civil!
 
 

viernes, 20 de diciembre de 2013

“ANARQUÍA”


 
 “ANARQUÍA”

Al  momento que escribo estas un grupo de estudiantes tiene bloqueada la avenida Ventura Puente en su cruce con Acueducto… y el Congreso del Estado “tomado” por maestros, y…la autopista de Occidente, que conecta a las dos principales ciudades del país, bloqueada por  campesinos…y los ciudadanos que habitamos esta ciudad sufriendo  los estragos. No me sorprende ni me asusta…es una constante…es la manera habitual de resolución de conflictos en un sistema político que genera y perpetúa  clientelas y que utiliza el chantaje, la presión y la afectación a terceros para lograr sus cometidos. Es un sistema monstruoso desde el punto de vista legal, un sinsentido jurídico y un modelo política y socialmente denigrante. No prejuzgo sobre la validez y legitimidad de los motivos de dichas manifestaciones…repruebo que los gobernantes y los políticos insistan en su doble discurso y demuestren su permanente desprecio por la ley y el Estado de Derecho,  ¿quién se los cree?... mientras tanto todos los demás lo permitimos…  No hablo solamente del caso de Michoacán, es una constante en muchos (por no decir que casi todos) de los políticos y gobernantes de México. Vivimos en una sociedad anárquica en todo sentido, y la anarquía genera frutos de impunidad, corrupción, injusticia, desconfianza, violencia… subdesarrollo…desprestigio y desprecio por las instituciones…instaurando la ley del más fuerte.

Lo que sucede en Morelia es solo un reflejo fiel de lo que acontece en muchos lugares de nuestro estado, ahí tienes el caso de Cherán, Tancítaro, Tzintzuntzan, Nueva Jerusalén… Sé que sobrarán explicaciones sociológicas y pseudo políticas que argumenten que se trata de demandas sociales insatisfechas  de tiempos inmemoriales,acomodo de las fuerzas políticas, necesidad de equilibrios, etcétera, etcétera, etcétera. Como abogado estoy convencido firmemente que el primer paso es cumplir y hacer cumplir las leyes, lo demás debemos atenderlo después...pero primero lo primero…sin orden no podemos hacer nada.

Por más que me esfuerzo en buscar las causas del estancamiento de nuestro país y de nuestro estado… me doy cuenta que en el fondo nada prosperará sin un auténtico y efectivo estado de derecho.  Es la condición mínima indispensable para lograr cierto orden social…reglas parejas para todos y autoridades que las hacen cumplir y al mismo tiempo se someten a ellas, esto que parece tan sencillo es la razón –a mi juicio- de que no despeguemos y logremos el crecimiento integral de nuestro pueblo.

Mientras no tengamos gobernantes con la calidad moral suficiente,  probada…y sobre todo convencidos de la “necesidad básica” de mantener ese piso mínimo, que apliquen la ley sin distingos y de manera sistemática y permanente, no discrecional…difícilmente lograremos políticas públicas justas y convenientes para resolver los grandes problemas y desigualdades que nos aquejan.

Mientras no tengamos una sociedad civil fuerte que reclame –por las vías institucionales y legales adecuadas… ¡que las hay!- y exija el respeto de sus derechos y con la misma fuerza asuma sus responsabilidades, dispuesta a comprometerse con las reglas que nos hemos fijado entre todos, despreciando actitudes tramposas que sistemáticamente pretenden burlar la aplicación de la ley…nuestra realidad no va a cambiar.

En el Michoacán real no hay quien ponga orden, y mucho menos el ejemplo…decíamos en entregas  anteriores que urgen gobernantes que se animen a poner en práctica las políticas e ideas que pregonan, eso sería un gran adelanto, pero sobre todo urge que los ciudadanos empecemos por cumplir la ley y exigir y lograr que el ente que por naturaleza y por definición tiene ese encargo, efectivamente lo haga. El desarrollo y vigencia del Estado de Derecho que parecen tomar forma solo en ese Michoacán que existe en los discursos es lo que genera el descrédito y el hartazgo ciudadano. Yo no lo acepto… es nuestra responsabilidad darle un cauce proactivo, optimista pero siempre decidido.
 
 

viernes, 13 de diciembre de 2013

“CAMBIAR DESDE DENTRO”


 
“CAMBIAR DESDE DENTRO”

Atestiguamos hoy en México una ola reformadora. Llámese política, energética, educativa, fiscal, procesal, electoral… Hay prisa por el cambio…sed de que las cosas y las realidades sean distintas. Urgencia por modificar,  mutar, renovar…lo que sea y para lo que sea. Pareciera que el fondo no importa, el objetivo es cambiar de estado  o situación.

Muchos columnistas nacionales coinciden en que esa vorágine por el cambio ha generado una cierta ilusión colectiva de que al consolidar las “reformas estructurales”, nuestro país despegará de manera importante. Muy en el fondo se vislumbra un reflejo del deseo por que la realidad mejore…señal inequívoca de la esperanza de un futuro mejor.

Reformar leyes, instituciones, sistemas, reglas, escenarios. Nadie habla de reformar a las personas, a los políticos. La verdadera responsabilidad de los ciudadanos de hoy es hacerse dignos de esos cambios. De qué sirve tener nuevas leyes e instituciones si los que las cumplimos o las conformamos no estamos dispuestos a cambiar.

Las leyes son solo el piso mínimo. Por si mismas no transforman la realidad, aunque la impactan progresivamente. Eso creen equivocadamente quienes profesan fe ciega en el cambio por decreto. Más aún en el caso de México, donde abundan las leyes pero su cumplimiento es cosa extraña. Es indispensable que esas leyes –que de ordinario debieran responder a las necesidades impuestas por la cambiante y compleja realidad- se hagan vida, se apliquen y se cumplan. Y eso necesariamente lleva a un cambio cultural. A un cambio desde dentro hacia fuera. No al revés. El esperarlo todo como dado o generado desde fuera corta la responsabilidad personal e institucional en el proceso de cambio.

Que los responsables de cumplirlas y llevarlas a su  plena vigencia tengamos una auténtica disposición a respetarlas y a asumir sus consecuencias en lugar de insistir permanentemente en la búsqueda de recovecos para brincarlas. Que tanto ciudadanos como autoridades entendamos el carácter ejemplar que tienen nuestros actos y su importancia en la consolidación de autoridad.

Cambiar sí, ¡por supuesto! El progreso lo implica. Sin embargo es preciso saber con precisión ¿para qué?, ¿qué queremos? o ¿por qué queremos? ese cambio. El cambio es de dentro a fuera, de las personas a las instituciones, de la unidad a la colectividad…de la familia a la comunidad y de ahí a las organizaciones intermedias y a los estados…Esperar lo contrario es equivocarse rotundamente. El auténtico cambio, el cultural, no puede ser impuesto…nace de la convicción y de la voluntad por hacer las cosas de manera distinta.

Es fundamental serenarnos, reflexionar…dotar de contenido y rumbo fijo a las instituciones, evitando caer en un activismo desbocado provocado por lo urgente y lo aparente… que solo distrae y aleja de las verdaderas metas.

Me sumo a la corriente reformadora sin duda, pero con rumbo, con visión. Ese cambio que implica y responsabiliza pues se entiende de la persona hacia afuera y por eso es proactivo y profundo…es un cambiar desde dentro.
 
 

viernes, 6 de diciembre de 2013

¿Y LOS GIGANTES?


 
¿Y LOS GIGANTES?

El mundo cambia y avanza a un ritmo vertiginoso. Cuando a nivel macro se habla del chino mandarín como nueva lengua emergente, aquí el inglés se discute como parte del plan de estudios de nuestras normales…cuando los programas educativos internacionales se están enfocando en los niños de kínder para programas de emprendurismo, aquí recortamos el calendario escolar para que los profesores (de escuelas públicas y privadas) se ausenten los últimos viernes de mes… Sin ir muy lejos, en otras ciudades y estados cercanos muy otras son las realidades:  infraestructura,  obra pública, planeación urbana…crecimiento.  Si ya lo sé, lo he oído hasta el cansancio, somos un estado previamente endeudado, históricamente problemático…sin recursos…con pavimentos gastados que cumplieron su ciclo vital hace muchos años…la justificación de la herencia. Pero siempre esperanzados en el rescate por parte de la Federación…la justificación de la capacidad.

Es muy  significativo el ambiente en nuestro estado…a veces pareciera que nos obstinamos en ir en sentido contrario a pesar de las evidencias, desconociendo la dinámica global. Resulta más costoso, más cómodo y menos arriesgado hacer las cosas como siempre se han hecho. No hay incentivos para el cambio ni la mejora. Sobrevivir, más que trascender.

No podemos encerrarnos ni aislarnos en nuestras ideas, nuestros hábitos, nuestras maneras de hacer las cosas. Es menester salir, romper la autoreferencia, escuchar. Claro sin traicionar nunca la propia identidad.

¿Dónde están los gigantes que hicieron posibles las grandes proezas, los de las gestas…los que hacían historia? Aquéllos que iniciaban los proyectos más aventurados, magnánimos…hoy imposibles, sin detenerse ante la inmensidad de sus alcances?  Aquellos por los que sus obras hablan aún hoy, porque perduran. ¿A qué se debe que hoy no podamos, o más bien no queramos aventurarnos a obras de gran calado justificados en el falso realismo de lo posible? ¿Es qué los michoacanos de hoy somos distintos?

Hoy, la percepción de atraso, de ese regionalismo –mal entendido-, de la incapacidad al cambio se suma a la percepción de inseguridad  y de vulnerabilidad, cercenando de fondo la pro-actividad y la creatividad ciudadana con la indiferencia gubernamental.

No cabe duda  que el cambio cultural es indispensable. Cómo urge oxigenarse, voltear a otros lados y experimentar y aprender, y equivocarnos quizá, pero volver a intentarlo…no simplemente decir no y dedicarnos a bloquear los esfuerzos e iniciativas de los demás. Pensar en grande…renovarse…atreverse. Aceptando y aprendiendo del pasado, pero orientando las acciones y proyectándolas al futuro. Es la única manera de recobrar la confianza de un  pueblo en sí mismo.

Hoy nuestra realidad vuelve a interpelar para que seamos lo suficientemente generosos, valientes y visionarios para trascender. Reconocer los aires de modernidad que se traducen en progreso y orden. En visiones y  proyectos que no se limitan a rehacer calles y avenidas –por importantes que estas sean-, sino que sueñan con ciudades de primer mundo y con un estado que juegue en las grandes ligas. Es un tema de alturas y convicciones, de actitud…pero también de capacidades.

Es cierto, hay tantas carencias y necesidades históricas que hay que iniciar por lo primero y más básico, pero no podemos quedarnos ahí. Eso supondría permanecer en los mínimos…y los mínimos no son para los que están llamados a ser gigantes.
 
 

viernes, 29 de noviembre de 2013

“MICHOACÁN DIFUSO”


 
“MICHOACÁN DIFUSO”

La semana pasada me solicitaban de una revista nacional un artículo sobre lo que pasa en Michoacán. Por más que doy vueltas al asunto no sé cómo abordarlo, me resulta sumamente complicado, poco claro...paradójico. Aunque no vivo la violencia…la siento en el ambiente, la constato en las pláticas y conversaciones en todos lados  y en todo momento. La veo en los ojos de mucha gente, en su tristeza… en su resignación. En los testimonios de muchos que narran historias otro tiempo increíbles, bizarras, hoy asumidas como realidad. Al igual que tú, como ciudadanos michoacanos que vivimos esta realidad presentada afuera como extrema, aceptada dentro como… “normal”.

Que difícil tener un diagnóstico objetivo de lo que sucede en Michoacán…son tan dispares las realidades en las distintas partes del estado. Conciertos de cámara de clase mundial por un lado…mujeres y niños refugiados en iglesias para evitar ser lastimados o muertos, por otro. Desplazados, autodefensas, paros. Todo bajo el mismo techo. Michoacán es hoy más que un mosaico de pluralismo una leyenda surrealista en la que los límites entre la realidad, la ficción…el miedo o paranoia se encuentran difuminados…difusos…sí Michoacán difuso. Asumida cierta normalidad…tensa calma. Condenados a la inmovilidad y a sobrevivir las circunstancias más que a trascenderlas.

Los retos impuestos por el tiempo presente implican, control, coraje…decisión… determinación. El momento histórico reclama prudencia sí…mucha, pero más valor y consistencia. No vale abdicar a la propia responsabilidad, a la posibilidad de aportar al cambio ni mucho menos apelar incapacidad o temor, a estas alturas resulta traición.

Difícil hablar del respeto, vigencia y promoción de los derechos humanos en un escenario en el que no se tiene garantizado el piso mínimo. ¿Vida?, ¿seguridad?, ¿trabajo?. ¿educación?…¿cultura de legalidad?…¿partes del territorio del estado fuera de su control o jurisdicción? ¿Cómo pensar en derechos de nuevas generaciones cuando no se aseguran los básicos?

Las instituciones, ¡todas!, están llamadas a encontrar su finalidad y pronto. No se vale seguir tolerando una “cierta” normalidad estatal cuando en realidad no la hay.  Es incongruente e injusto “voltear a otro lado”, desentenderse. Deben cumplir su responsabilidad histórica. No podemos acostumbrarnos a aceptar que “no pasa nada” o que sea un reto llamar a las cosas por su nombre.

Lo primero es aceptar la realidad y asumir valientemente la responsabilidad de cambiar. No solo se puede sino que se debe intentar. Los que no quieran o no puedan, que se vayan…no son tiempos para comodones ni para cobardes. Hoy quien no incomoda, obstruye… estorba. Nuestro estado y nuestra ciudad exigen orden, certeza, consistencia, idea, pasión…rumbo…compromisos personales.
 
 
 

viernes, 22 de noviembre de 2013

"¿ESPERANZA?... ¿EN QUÉ O PARA QUÉ?"


 
¿ESPERANZA?... ¿EN QUÉ O PARA QUÉ?

La esperanza no es solo importante sino necesaria e indispensable, más aún en los tiempos actuales en los que el escenario de la realidad luce sombrío en casi todos los ámbitos de nuestra vida: violencia sistemática creciente, desinterés y desconfianza en las relaciones sociales y en sus instituciones básicas, situación económica estrecha, endeudamiento, ineficacia, incongruencia y los etcéteras que ya conocemos y que nos retratan una realidad no del todo optimista.  

Una sociedad que cae en la espiral del pesimismo colectivo y cede ante la tentación del desánimo, se convierte en una sociedad derrotada, cansada, frustrada, sin ilusión por el futuro. En cambio una sociedad que lucha –lo que no siempre significa que triunfa o que logra lo que se plantea- se mantiene vigorosa y en forma para enfrentar los más grandes problemas que se le presenten, por grandes y complejos que parezcan.

La pregunta de fondo será siempre ¿cómo inyectar ese ánimo e ilusión en un ambiente sistemáticamente bombardeado –las más de las veces de manera injusta o con poca objetividad- para ir en el sentido contrario?  Sin duda no es una respuesta fácil, pero que estoy convencido depende del compromiso y del esfuerzo de cada uno de nosotros.

Luchar por esa esperanza es una obligación y un compromiso no solo del gobernante que vela permanentemente –en teoría- por el bien común, sino principalmente es una tarea que debe irradiar  de los ciudadanos. Paradójicamente somos los ciudadanos los que debemos mantener la ilusión encendida a fin de calentar el ambiente y  lograr mover a la autoridad a que realice su labor de manera correcta. Somos nosotros los que debemos poner el ejemplo con los nuestros a fin de convencer y arrastrar a los demás a ir en esa dirección.

…¿Esperanza en qué?... Esperanza en que podemos resolver nuestros graves problemas, siempre juntos, ya basta de divisiones y falsos antagonismos… Michoacán requiere ciudadanos comprometidos, convencidos, con esperanza en que las cosas pueden ser mejores y que a pesar de los pesares nos morimos en la raya… esperanza en nosotros mismos para que nos convenzamos de la importancia de no quedarnos callados ante la injusticia y la impunidad

…¿Esperanza para qué?... Esperanza para que encontremos formas de crítica y de participación auténticamente ciudadanas… respetuosas, positivas, que muevan a los demás a imitar nuestro ejemplo y a seguirlo… esperanza para reconocer que falta mucho por avanzar, pero que el objetivo se construye con el esfuerzo de todos los días…esperanza para evitar caer en posiciones fatalistas…. Esperanza para reconocer que la grandeza de los michoacanos es mayor a cualquier adversidad…esperanza para seguir luchando a pesar de que pareciera que nos estancamos.


Vale la pena reflexionar cómo nuestra actitud personal tiene una repercusión importante que se refleja invariablemente en la realidad de nuestra comunidad.  En el fondo las instituciones y el gobierno de cada sociedad son un fiel reflejo de cada uno de los miembros que las conforman. De ahí que el cambio personal se presente como un requisito indispensable para lograr un auténtico y profundo cambio social.

Esperanza para que nos propongamos ser más optimistas, más participativos y más comprometidos con todo lo que sucede y afecta a nuestra comunidad… Para que ese esfuerzo se vea reflejado en nuestro quehacer diario a pesar de que la “realidad” quiera empeñarse en ir en sentido contrario…esa es la verdadera esperanza .  No aquella falsa y ñoña <esperanza>, que pretende negar la cruda realidad, sino aquélla que a partir de un diagnóstico realista y objetivo de la misma, nos mueve a convencernos que las cosas pueden y serán mejores gracias al esfuerzo y compromiso que cada uno de nosotros adquiramos en las diferentes tareas que realizamos.
 
 

viernes, 1 de noviembre de 2013

¿ES MICHOACÁN UNA CAUSA PERDIDA?



¿ES MICHOACÁN UNA CAUSA PERDIDA?


Que fuerte contemplar una ciudad en completa penumbra. Se le ve apagada...impotente…  despojada de brillo, profunda y pesada… como muerta. Sí. Una de las más importantes después de Morelia como muchas más. Se percibe la fragilidad en el ambiente. Un cierto sentimiento de vulnerabilidad que invita a la melancolía y a la reflexión a la vez que deja entrever la profundidad de la herida social y  la magnitud de la descomposición…del resentimiento, de los intereses…manipulación mucha, y pobreza. Un sincretismo cultural surrealista, de causas desatendidas y jóvenes sin futuro. De pueblos enteros que han sido sobajados a garitas, que no entienden su presente… mucho menos vislumbran su futuro.

Desde ese momento no lo saco de la mente. ¿Es Michoacán una causa perdida? ¿Vale la pena pelear esta batalla? ¿Hasta dónde y cómo?... ¿y los qué nos siguen?... ¿no es cierto que existe una muy otra realidad en otros lados? ¿Entonces por qué empeñarse en seguir?

Es cierto –visto con objetividad- es bien poco lo que podemos hacer y que la tarea no es para nada fácil... Cada vez me convenzo más que la construcción de un  Michoacán más justo y  más humano no parece ser cuestión de grandes gestas, sino más bien de las tareas cotidianas. Los grandes personajes han sido eficaces en sus proyectos, solo en la medida en que éste ha impregnado su vida diaria. Ninguna idea sirve para nada si  no se encarna y eso es cuestión de la vida de las personas… de cada uno de nosotros y nuestro propio entorno: de nuestro microcosmos personal.

Si cada uno nos hacemos más justos y humanos, el pequeño mundo que nos rodea y las cosas  que hacemos serán más justas y más humanas. Poco a poco. Ningún cambio es radical.

¡Cómo nos urgen gigantes!... Sí, pero urgen más “ciudadanos corrientes”, Esos que son los protagonistas de la historia que no sale en los libros…de esa historia que se hace a base de los pequeños sucesos del día. Esos que viven el heroísmo cotidiano de ser congruentes y que se aventuran por el cambio cultural necesario con absoluta certeza de que no verán los frutos.

Michoacán requiere hoy en todos los ambientes ciudadanos que reconfiguren la realidad que nos rodea, que influyan positivamente en los demás…muchos que tengan claro que lo primordial no es influir en la marcha de la historia o de la sociedad, sino dar lo mejor de sí mismos en donde actúan y a quienes les rodean. Cambiar el mundo que nos rodea…lo demás se dará en consecuencia.

Si Michoacán fracasa, fracasamos todos. Sí, aquí somos y vivimos. Los michoacanos nos  seguimos sabiendo grandes, y porque sabemos, con una certeza difícil de explicar hasta que no se alcanza, que lo mejor está por venir…que el mal nunca tiene la última palabra. Porque cuando los michoacanos tenemos miedo a brillar, el estado se llena de un poco más de oscuridad…sí, más que la madrugada de aquel domingo que nos sacude con fuerza para recordarnos que Michoacán no puede ser una causa perdida.
 
 

viernes, 25 de octubre de 2013

“ES LO QUE HAY”



 “ES LO QUE HAY”

De manera atinada y con buen juicio, un buen amigo, a quien respeto y admiro mucho, me hacía reflexionar que de nada vale justificarse, desentenderse, ni mucho menos <achicarse> o resignarse en el aspecto personal ante la complejidad y dimensión de los problemas que como sociedad actualmente nos aquejan. Sino todo lo contrario, más bien debe ser el momento de crecerse ante la adversidad, de redoblar esfuerzos, <subir el periscopio>, ser más ingeniosos  y entregar lo mejor de nosotros mismos, ¿si no es ahora – que es cuando más se requiere- entonces cuándo? Debo admitir que no me dejó salida alguna. La tentación a la justificación es muy grande, ya que tendemos casi instantáneamente a encontrar causas culpables de manera externa, o al menos a responsabilizar a los demás de nuestras desgracias ya sean estas personales o colectivas. De nueva cuenta su respuesta fue contundente, ¡es lo que hay!...recursos, situaciones, circunstancias, características, nivel, compromiso, personas… y con eso hay que cambiar la realidad.

Coincido con los que señalan que el problema neurálgico de nuestro país y de nuestro estado es que no logramos procesar los acuerdos y los cambios satisfactoriamente, el sistema no está hecho para eso. No hemos tenido el coraje, la visión, la honestidad y sobre todo, la generosidad de aceptar nuestra realidad y por consiguiente el compromiso que tenemos en el logro de los cambios que México y Michoacán reclaman.


Debemos empezar por situarnos en nuestra propia realidad…reconocerla y aceptarla, y desde ahí recuperar la vía del sentido común. Sí, por supuesto que es doloroso, para nadie es atractivo reconocer sus errores y sus miserias, lo que pudiera generar desánimo, máxime si hablamos a nivel general o comunitario.  Sin embargo es un punto de partida fundamental en el camino por salir del bache socio-político en el que nos encontramos como sociedad. Creo que asumir esa postura constituye una posición objetiva y realista que no pretende caer en la conformidad ni en la justificación, sino reconocer la urgencia de colaborar de manera personal al cambio de una realidad que a nadie convence.

 Es necesario retomar la vía de la sensatez, del esfuerzo y de la esperanza por conseguir un mejor futuro, confiar nuevamente en nosotros en que podemos hacer las cosas. Lo que no debemos permitirnos es acostumbrarnos a una realidad que no nos gusta, de fracaso, violencia y frustración… Los momentos de crisis –como el actual- son oportunidades valiosísimas para aflorar lo mejor de nosotros mismos y ponerlo al servicio del bien común. El llamado aplica para todos: empresarios, políticos, partidos, sindicatos, maestros, alumnos, empleados…en el fondo todos somos ciudadanos y por tanto corresponsables de nuestro propio destino común… Hoy por hoy este es un tema de responsabilidad social frente al enorme reto que nos lanza la delicada situación que vivimos.


Somos los que estamos y no hay más, esto es lo que hay… y con eso tenemos el compromiso enorme de sacar a flote a nuestro estado y nuestro país. Es el momento de demostrar la talla de que estamos hechos.
 
 

viernes, 18 de octubre de 2013


“Y… ¿POR QUÉ HASTA AHORA?”
El miércoles pasado presentamos un posicionamiento institucional de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos respecto a la problemática de las manifestaciones y los derechos de terceros a raíz de la marcha de los normalistas del estado. Un paso importante por encaminar a esta noble institución a asumir la responsabilidad histórica e institucional que el Michoacán de hoy le exige.
En la rueda de prensa un reconocido periodista alzó la voz para preguntar respecto de la postura asumida “y… ¿por qué hasta ahora?”. Sin duda aquello generaba suspicacia e incredulidad…sino al menos en clave política moderna hasta cierto sarcasmo.
La pregunta encierra en sí misma un gran fondo…reconoce una realidad a mejorar, cierta esperanza frente al cúmulo de deudas y agravios históricos, y al mismo tiempo un justo reclamo…invita a reconocer la necesidad de retomar con urgencia la senda del sentido común. Tratando de contestarla he pensado lo siguiente:
Reconozco que existe en el ambiente una renuncia tácita a contribuir a la vida social y política, una cierta tendencia que relaciona el ejercicio de la política como algo indigno, despreciable o que ensucia hasta al mejor intencionado… un cierto acostumbramiento al statu quo. Sin embargo esto convencido de que frente a la difícil situación del estado, se requiere una mayor decisión y valentía para acometer los desafíos que tenemos encima.
Cada día me convenzo más que como ciudadanos tenemos una seria y grave responsabilidad para contribuir a que la sociedad alcance mayor justicia, igualdad, libertad, orden público y paz… Tenemos obligación de conocer nuestros derechos y nuestras obligaciones…y de hacerlas cumplir… derecho y deber de participar.
No podemos abdicar de participar en política, entendiéndola en su sentido amplio, es decir, como toda actividad económica, social, legislativa, administrativa y cultural que tenga como objetivo la promoción del bien común. Es tarea netamente ciudadana el dotarla de sentido, referenciarla de nueva cuenta a los principios de la persona, revalorizarla como una actitud que reclama la más grande coherencia…la propia…esa que genera autoridad y que responde con congruencia frente a posiciones acomodaticias…la única que puede restituir la  finalidad de la acción política en términos de servicio.
No podemos cruzarnos de brazos cuando se relega a los ciudadanos fuera de la vida pública y se nos impide participar de manera efectiva en temas como la educación o la cultura…cuando pretendemos responsabilizarnos y recuperar los fueros que solamente fueron encargados… derechos que no los son de los políticos sino de los ciudadanos, y que a nosotros corresponde ejercitarlos. Gran paradoja, los ciudadanos excluidos de la escena pública, por quienes teóricamente –y nada más en ese plano- son representados.
Para cambiar no bastan los buenos deseos y las puras intenciones, el auténtico progreso social requiere ante todo un cambio de nosotros como ciudadanos…cambio que solo se dará uno a uno, paso a paso…para después obligar el cambio del sistema y de sus instituciones.
Sería insuficiente un mero compromiso ciudadano que busque transformar las estructuras, se requiere de un cambio cultural en la base misma e íntima de la sociedad…ese cambio personal. Romper paradigmas… inercias…vencer la propia comodidad.
El compromiso ciudadano que hoy se requiere implica fortaleza y valentía…generosidad con el tiempo y con nuestros demás recursos. Requiere que nos movamos, y que movamos a otros… y eso solo será posible en la medida en que tengamos un compromiso y aportemos… que arrastremos con el propio testimonio y ejemplo. No valen discursos ni arengas…
Hoy más que nunca la responsabilidad pública de los ciudadanos nos obliga a salir de nuestro pequeño mundo privado, de nuestra zona de confort… Michoacán lo requiere pues somos corresponsables del bien común.
¿Qué encontraremos resistencia?...por supuesto… ¿Qué no somos profesionales de la política y poco conocemos de ese mundo?... ¡afortunadamente!, aunque hay que empaparse con el mínimo de conocimiento que nos permita hacer crítica seria y constructiva… positiva… que tanta falta hace. Es momento de sumar, de encontrar las coincidencias… ¿Qué implica nuevas responsabilidades?... ¡claro!, y además es indispensable  vencer el miedo al compromiso y aventurarse a la cosa pública con el ánimo de conservar siempre la identidad ciudadana, eso que cada quien distingue como sus propios “irrenunciables”.
El reto es hacer frente a la realidad imperante. Intentar cambiarla, mejorarla…aportar. Sin duda habrá choques por contrastes, ante ello se precisa una síntesis vital de esfuerzo ciudadano dirigido a la creación de una nueva cultura de hacer política. Una política que entienda a la ciudadanía no solo como los titulares de cierto conjunto de derechos y obligaciones de tipo electoral…sino como personas comprometidas que asumen la urgencia de atender las necesidades de los demás y de remediar las injusticias vigentes.
Y sí… ¿por qué hasta ahora?...Porque Michoacán y lo michoacanos lo reclaman… Porque saberse ciudadano hoy, comporta la certeza de la indeterminación de la historia… una historia abierta a múltiples posibilidades en las que nuestra participación es esencial y determinante… ¡de la que hoy más que nunca somos… y debemos ser protagonistas!
·         El autor es consejero de la CEDH.

@agcussi


viernes, 11 de octubre de 2013

“MIEDO DE LOS POLÍTICOS A SER CONGRUENTES”




“MIEDO DE LOS POLÍTICOS A SER CONGRUENTES”

Siempre he creído –y todos los apasionados de la <cosa pública> estarán de acuerdo conmigo- que la vocación política es una <estocada> que se lleva durante toda la vida, es una especie de pasión incurable que aguijonea desde lo más profundo del propio ser y que, de ser auténtica y legítima, lleva necesariamente en algún momento a preguntarse por la naturaleza, exigencia, objetivos, así como valorar los riesgos y dificultades que la actividad política -conscientes de su nobleza- implica.

Entender la política como el uso del poder legítimo para la consecución del bien común, conlleva implícita en su definición algunos elementos esenciales, que so pena de desvirtuarla, constituyen su núcleo básico. Así se puede hablar de espíritu de servicio, carácter desinteresado para no buscar el propio bien ni el del partido, sino el de todos y cada uno, y de virtudes de gran calado propias del político como la prudencia y la justicia, que ordenadas a la acción concreta deben llevar a generar las condiciones de igualdad de oportunidades y al favorecimiento de los más relegados.

El discurso político actual en nuestro país está plagado de frases <elaboradas> que vuelven una y otra vez demostrado luego en los hechos la tristeza de su vacuidad. Así el carácter de servicio público de la política -verdad tan obvia como exigente- se banaliza y pierde su contenido cediendo a la tentación de lo inmediato. Sostener esta nota constitutiva de la política implica un compromiso que no puede reducirse a una reafirmación genérica de los principios o una simple declaración de buenas intenciones, se trata sin duda, de un compromiso cotidiano que exige competencia del propio deber y de una moralidad a toda prueba que demuestre una gestión desinteresada y transparente del poder, lo que solo puede expresarse en un actitud de coherencia personal producto de una correcta concepción de la vida social y política a la que se pretende servir.

Desde siempre me ha llamado profundamente la atención que en nuestro país nos da miedo hablar de valores  en el ámbito público como si hacerlo supusiera traicionar el principio de laicidad del estado. La congruencia personal se interpreta como un intento de implantar un sistema confesional y marcadamente religioso…¡nada más equivocado! La auténtica laicidad se constituye como la autonomía de la esfera civil y política de la esfera religiosa y eclesiástica, pero de ninguna manera de la esfera moral. Muy distinto es el derecho-deber de un político (congruente) de buscar y promover verdades morales sobre la vida social, la justicia y la libertad. El hecho de que estas verdades sean enseñadas por una religión específica –la que fuere- no disminuye su legitimidad civil y la laicidad de ese compromiso de quienes se identifican con ellas, independientemente del papel que la búsqueda racional y la confirmación procedente de la fe, hayan desarrollado en la adquisición de esas convicciones.

 

Lo contrario supone una total esquizofrenia –como frecuentemente se pide a los políticos- para que separen sus convicciones personales al momento de decidir cuestiones de índole público. Este planteamiento que desconoce el obrar obedeciendo a la conciencia única y unitaria del político –principio básico y esencial de un actuar coherente- da lugar a la simulación y a una doble moral. Incentiva dos vidas paralelas de una misma persona, por un lado su dimensión espiritual estrictamente personal, y por la otra su dimensión secular o pública que se refiere a su trabajo, relaciones sociales, cultura, como a sus compromisos políticos y sociales. El argumento de fondo del pluralismo y de la tolerancia política que inhibe la defensa de las propias convicciones como base del sistema democrático, y que procura mantener vigente el principio de laicidad degenera en el esquema contrario: un auténtico laicismo intolerante.

Más allá de las ideologías y programas políticos de distintos colores, existen unas líneas fundamentales a la luz de la ley ética universal y que son comunes a todos. Por lo que creo que el reto –por cierto posible y alcanzable- es lograr ser congruente y coherente con los propios principios en las circunstancias difíciles y siempre nuevas de la actividad política, superando las posiciones pragmáticas que reducen la política a una pura medición de intereses, a una cuestión de demagogia, o peor aún, a meros cálculos electorales.

Se requieren políticos que en las complejas situaciones actuales de Michoacán y de nuestro país, caracterizada por el decline de las ideologías logren repensar y comprometerse con un nuevo modo de hacer política, que aspiren a revalorar nuestras instituciones y a dotar de auténtico contenido las figuras de representación política y de participación ciudadana…que tengan la fortaleza, buen humor, paciencia y perseverancia de ser congruentes.

viernes, 4 de octubre de 2013

“ENTRE LA TRAGEDIA Y EL DRAMA”



“ENTRE LA TRAGEDIA Y EL DRAMA”

Estoy convencido –como lo manifestado en este mismo medio- que lo mejor para Michoacán está por venir. No sé si ya habremos pasado lo peor o incluso si ya habremos tocado fondo…

Lo que sé, es que nos encontramos sin duda en un momento en que existen tantas imágenes de Michoacán y de México como partidos, políticos, grupos, sindicatos, intereses o similares y conexos existan. Un momento en el que de manera aguda se distinguen diferencias esenciales entre la cosmovisión de la clase política y la del resto de los mortales. Instante en el que reconocemos que algo está quebrado, ausente…roto. En el que los puentes de comunicación y el diálogo con el otro se tornan borrosos, cuando no irreconciliables. Disociación entre clase política y sociedad, entre desinterés y voluntaria ceguera… entre las instituciones y nuestras expectativas y proyectos personales.

¿Drama o tragedia?…pérdida o ausencia de vínculos en el tiempo y en el tejido social y político que constituye la base de cualquier pueblo…maestros, normalistas, deuda, inseguridad, corrupción…atraso. Sistema autorreferencial que se convierte en un escenario que por momentos cobra mayor importancia que el drama que en él se puede representar.

Al no haber continuidad ni lugares con historia y sentido propios, se debilita el sentimiento de pertenencia a un historia y el vínculo con un futuro posible…”un futuro que me interpele y dinamice en el presente”.

Ante este panorama de desencanto más o menos generalizado, la historia se nos presenta como el escenario donde transcurre el drama humano. Drama sin libreto y sin garantía de éxito en el que difícilmente puede apostarse a esperar y creer…

Es un momento crucial… de definiciones que nos implican personalmente y como comunidad. En la que se nos presenta el reto de seguir con una actitud –a mi juicio estéril- de considerar que hacemos “lo que se puede hacer”. Actuando en la línea de los acontecimientos, tendencias y sucesos… de lo coyuntural. Reaccionando…sobreviviendo. Posición comodina y de justificación desde la que se critica, pero no se analiza críticamente… o pasar a una que implique discernir…partiendo de una lectura objetiva de los acontecimientos que permita reorientarlos y canalizarlos de manera ética a contestar preguntas del tipo: ¿qué es lo bueno?, ¿qué deseamos?  o a ¿dónde queremos ir?

No debemos dejar pasar la oportunidad de generar nuevos paradigmas…de superar nuestro anclaje al pasado…de vencer el pragmatismo que confiado absolutamente en la política del consenso, atiende lo coyuntural dejando de lado las soluciones integrales que Michoacán reclama…de mostrar una nueva actitud ante el desafío. Si no recuperamos hoy la noción de verdad, de un proyecto compartido…dialogado, respetado, caracterizado por una búsqueda sensata de los mejores medios para alcanzar los fines más deseables (para todos y cada uno), queda sólo la ley del más fuerte…la ley de la selva.

Es momento de reconocer nuestro vínculo social…el aceptar que los michoacanos compartimos destino…que somos hoy una generación de transición que necesita de las anteriores y que se debe a las que nos seguirán. Entendernos como continuadores de las tareas de otros que ya dieron lo suyo…como constructores de una casa para lo que vengan después, y eso nos compromete a preguntarnos qué tipo de sociedad queremos ser, a reasumir con creatividad el protagonismo al que nunca debimos renunciar y a recuperar completamente la esperanza en Michoacán…esperanza que nada tiene que ver con facilismo ni pusilanimidad, sino con dar lo mejor de nosotros mismos en la tarea de reconstruir lo común, lo que nos hace un pueblo. Evidentemente el cambio es cultural, sin embargo una cultura sin arraigo y sin unidad no se sostendrá.

¿Drama o tragedia?...En la tragedia el destino siempre arrastra al desastre sin contemplaciones, y todo intento por enfrentarlo no hace más que empeorar el final imperdonable. En cambio en el drama, el bien y el mal, el triunfo y la derrota son siempre alternativas posibles…El drama del Michoacán de hoy nos sitúa en una encrucijada, quizá angustiante, ¡sí!,  en la que podemos –y debemos- reconocer la invitación y el reto que esta crisis nos lanza para el cambio y la acción.


 

jueves, 26 de septiembre de 2013

“MIRAS ALTAS: DEBER CIUDADANO”


“MIRAS ALTAS: DEBER CIUDADANO”

Con motivo de la celebración de los noventa años de existencia de la SEP, hace un par de años se realizó el Encuentro de Educación y Valores para la Convivencia en el siglo XXI, en el que participaron grandes figuras internacionales de la talla de Álvaro Uribe, Rigoberta Menchú,  Felipe González y muchos más. Debo reconocer que el tema me pareció por demás atractivo  ya que las ideas ahí debatidas giraban en torno a la necesidad -y realidad ya en muchos países desarrollados- de construir ciudadanía a través de un sistema educativo basado en valores, ideas con las que coincido plenamente ya que considero que la actual crisis política y social que atravesamos como país, como estado y como ciudad, tiene su origen en una profunda crisis ética y de valores que nos ha mermado como sociedad, debilitando sus pilares e instituciones principales.

Mención especial merece la conferencia magistral dictada por el expresidente español Felipe González quien delinea una serie de ideas de fondo muy valiosas que analizadas con cierta profundidad debieran calar muy hondo por la oportunidad y vigencia de su aplicación en la realidad mexicana y, concretamente en la michoacana.

González se anima a señalar  que “el mínimo común ético que define a una ciudadanía es el cumplimiento de la legalidad”, es decir, el piso mínimo que garantiza la convivencia civilizada de un pueblo es el cumplimiento de sus propias leyes. Por supuesto que no se trata de una noticia nueva, para los politólogos simplemente consistirá en la razón de ser del <pacto social>, mientras que para los abogados constituye la obviedad de un <Estado de Derecho> o la base del <principio de legalidad>. Sin embargo el problema de fondo es evidente, no tengo que profundizar mucho para ilustrar lo preocupante del asunto en un sistema como el nuestro en el que el respeto a ese piso mínimo está muchas veces en tela de juicio. Baste observar los acontecimientos diarios para retratarlo… marchas, manifestaciones, tomas, paros, impunidad …todo un lenguaje propio de un sistema  que en la praxis no solo no privilegia el respeto de las normas básicas de convivencia sino que en ocasiones, estimula o incentiva el comportamiento contrario. Fundamentalmente es un tema que tiene que ver con el cumplimiento de las reglas del juego.

El nuestro, no es un problema de leyes, sino de su estricto cumplimiento.  Es deber de todos, sociedad civil y gobierno, pero en especial de los poderes estatales y sus instituciones –por su relevancia pública- velar, educar y fomentar su observancia y respeto a través del ejemplo y  de su actuación del día a día. De ahí la importancia de insistir en el perfil de los representantes y de la clase política en general, debemos incidir de tal manera que logremos que esa clase gobernante refleje fielmente la pluralidad y los valores esenciales de la sociedad michoacana. El mismo González lo señala en su ponencia, “el respeto a la pluralidad de las ideas se consolida en mayor medida mientras menos es el grado de transfuguismo personal de los líderes”. Concepto, éste último que hace referencia al cambio de principios y valores por conveniencia política, por lo que el quid del asunto se ubica nuevamente  en los temas de congruencia, consistencia y visión de la clase política y su expresión ciudadana que es la sociedad civil, campo de la ética pública.


Felipe González aseguró que “el proceso de selección de representantes se está volviendo  negativo y eso destruye la democracia”. Hoy en México y en Michoacán, se cuestiona y desincentiva la participación de los jóvenes en una profesión, oficio ó más bien, <vocación> tan desprestigiada, que garantiza al menos un Vía Crucis para el que incursione en ella con un fin auténticamente noble.

En el fondo, el llamado es a que como sociedad civil participemos e influyamos de manera inteligente generando un movimiento constructivo que permita renovar la clase política, imponiendo las condiciones necesarias para que la ciudadanía tome por asalto los partidos y las posiciones de representación…exigiendo que los partidos sean la vía para que ciudadanos comunes y corrientes accedan al ejercicio del servicio público.

En palabras del político español, haciendo amable el ejercicio del esfuerzo de la gente buena que se interesa por la auténtica política, sin ser condescendientes, sino exigentes con los que la usan en su beneficio personal y no en servicio de los ciudadanos. Pero para eso requerimos visión y mucha generosidad, eso es tener miras altas, y eso, en estos tiempos…es un deber ciudadano.
 
 

jueves, 19 de septiembre de 2013

“¡NO NOS ACOSTUMBREMOS A PACTAR CON LA MEDIOCRIDAD!”




 “¡NO NOS ACOSTUMBREMOS A PACTAR CON LA MEDIOCRIDAD!”

Nunca he coincidido con la frase que señala que “el pueblo tiene el gobierno que se merece”, más bien, al contrario, considero que el pueblo tiene el gobierno que permite. A veces como ciudadano me siento asfixiado, indefenso o imposibilitado para exigir justicia, legalidad, transparencia, calidad, respeto o simplemente sentido común en la actuación de las autoridades respecto a muchos de los sucesos de la vida diaria, llámese vialidades, obras públicas, tránsito, transporte público o cualquier relación gubernamental a través de trámites y gestiones.  Cierta sensación de desesperanza, de impotencia por no encontrar respuesta o soluciones elocuentes a nuestros problemas comunes por parte de la autoridad. Seguramente alguna vez te ha pasado lo mismo estimado lector, y sinceramente me niego a aceptar y a acostumbrarme a esa realidad como la única posible.

No nos acostumbremos a las obras públicas poco transparentes y  mal hechas, a los servicios públicos deficientes y de pésima calidad so pretexto de la falta de presupuesto, o a los proyectos mal planeados o sin visión que generan  caos en las ciudades.

No nos acostumbremos a la tomas y plantones como único medio para dirimir nuestras diferencias, y menos aún al discurso político fácil y frívolo que sostiene que no puede coartársele al pueblo este derecho a manifestarse aún a costa de afectar a la mayoría….

No nos acostumbremos al hecho de que los maestros sean movilizados a las calles para exigir sus demandas (aunque en algunos casos s legítimas) abandonando su responsabilidad para con los miles de niños y jóvenes estudiantes…

No nos acostumbremos a un transporte público desordenado, indigno, inseguro y ostensiblemente contaminante.

No nos acostumbremos a la violación sistemática de los derechos básicos de los indígenas.

No nos acostumbremos a los desfalcos, actos corruptos y a la aplicación discrecional de la ley, a esa desesperante realidad llamada impunidad.

No nos acostumbremos al endeudamiento excesivo y a la falta de claridad del destino de esos recursos.

No nos acostumbremos a la injusticia de la pobreza ni a la insultante manipulación de las personas que se encuentran en ella.

No nos acostumbremos al miedo, al dolor, al sufrimiento de las víctimas o a la violencia inhumana e irracional de la delincuencia.

No nos acostumbremos a los gobiernos y administraciones de “bajo perfil”, insensibles, opacos  y corruptos, bajo el argumento de que la <política> es un cochinero y que todos sus actores son iguales…

No nos acostumbremos a ubicar el nombre de Michoacán en los últimos niveles de todos los estudios y  evaluaciones en materias de desarrollo humano, económico y social (educación, competitividad, nivel de endeudamiento y finanzas públicas, gasto en nómina, marginación y pobreza, salud, ecología, seguridad, transparencia y rendición de cuentas).

Todo esto no es parte integrante de nuestra cultura ni de la idiosincrasia mexicana o michoacana, sucede porque así decidimos que suceda, lo permitimos, toleramos y a veces –indirectamente- lo fomentamos.

No me resigno a aceptar la complejidad de nuestra realidad como una suerte de destino manifiesto, ni tampoco acepto el qué nuestros problemas sean tan grandes que no podamos cambiarlos. Me parece que es una actitud que pretende justificar nuestra inactividad y cobardía para enfrentar los retos que implica el <complicarse la vida> inherente a la búsqueda del bien común. Pero para no acostumbrarnos debemos involucrarnos, dejar el sofá… y eso implica reconocer nuestra responsabilidad y compromiso, y alzar la voz, y proponer, y respetar al que disiente, y tener la generosidad para adoptar las soluciones que convienen a todos aunque no sea la ideal para mí… implica creatividad, preparación, entrega, honestidad, lealtad, congruencia…Sí lo sé, valores hoy… políticamente incorrectos.

Quisiera gritarte al oído que no estemos esperanzados en que el cambio va a venir del gobernador, de los diputados o alcaldes…. El cambio vendrá sin duda de los ciudadanos que hoy exigimos congruencia y efectividad a las autoridades, con las que –conjuntamente- debemos construir el proyecto de Michoacán que todos queremos.

Sí…hemos visto ya tantas cosas…pero  hay un Michoacán diferente y posible que  depende de nosotros los ciudadanos. ¡No nos acostumbremos a… pactar con la mediocridad!
 
 

martes, 17 de septiembre de 2013

“CAMBIÓ LA LEY, PERO LOS PROTAGONISTAS –PARA BIEN O PARA MAL- SEGUIMOS SIENDO LOS MISMOS”


 
“CAMBIÓ LA LEY, PERO LOS PROTAGONISTAS –PARA BIEN O PARA MAL- SEGUIMOS SIENDO LOS MISMOS”

Reflexionando sobre los acontecimientos de los últimos días a propósito de la “consumación” de la llamada Reforma Educativa y sobre algunos correos que he recibido por parte de maestros expresándome su punto de vista al respecto…me queda claro que la solución de fondo ha quedado de lado pues el problema social y humano sigue ahí. Ante ello te comparto un artículo que publiqué en mayo de este año con el título de “EDUCACIÓN: ENCONTRAR LO COMÚN EN LA DIFERENCIA…TENDER PUENTES”

Soy un fiel convencido de que el cambio cultural es el único medio que permitirá que los mexicanos y a los michoacanos resolvamos de fondo nuestra compleja situación actual. Se trata sin duda de un cambio de largo alcance con efectos a mediano y largo plazo…la cultura se crea a través de la educación. Además toda cultura está siempre en cambio y en apertura hacia otras expresiones…pero precisa la disposición a dialogar y escuchar a los otros.

Es verdad que el panorama de la educación en Michoacán no es nada alentador. Así lo atestiguan los principales indicadores y pruebas especializadas en la materia. La exclusión, la inequidad, la deserción, el crecimiento de la cobertura –muchas veces contaminada con visiones políticas-…en fin, la desvinculación de un sistema que no responde al nivel, a la calidad y a las características culturales y específicas de sus destinatarios y por tanto poco significativa…son problemas anclados de manera permanente en la realidad educativa formal de nuestro estado.

Tender puentes significa hacer un esfuerzo por dejar de lado nuestra sempiterna visión unilateral de la realidad para dar cabida a la posibilidad –de al menos- considerar la de los demás…de construir siempre hacia adelante, con el objetivo claro de llegar al otro lado partiendo de un punto común…de preocuparse más por lo que viene que por lo que ya pasó…de ir al futuro, pero siempre juntos.

Tender puentes implica superar la visión reduccionista que sostiene que el tema de la educación está restringido solo para los educadores y especialistas. Sino todo lo contrario, dada su importancia y repercusión… implica el compromiso de una responsabilidad compartida. Que se requiere revalorar la figura del maestro y recuperar su sentido de autoridad y dar seguimiento y acompañamiento permanente a cada uno de ellos…y recordarles su auténtica vocación como guías que no solo enseñan, sino sobre todo que viven con convicción y pasión lo que enseñan.

Tender puentes requiere entender que el objeto de la educación es la formación integral de la persona…que la formación en valores conlleva congruencia y su aplicación práctica en hábitos operativos que son las virtudes, y que por tanto, no basta con aspirar a la “excelencia académica” ni a cumplir objetivos, sino más bien aprender y enseñar a pensar, a ser críticos…llegar a descubrir la auténtica dignidad y vocación de servicio así como la personal responsabilidad para ser capaces de asumir las necesidades de los demás…pero siempre desde la visión del otro…respetando en todo momento su identidad. Es necesario, en palabras de Traslosheros, “renunciar al discurso maximalista que no sólo reivindica la propia posición como la única cierta, sino que exige el aniquilamiento del otro”.

El desarrollo educativo implica por tanto una mirada crítica hacia la historia y una actividad propositiva hacia el futuro…desde el inicio, y hasta el final del puente. Su construcción hoy pasa por el diálogo de las historias particulares de cada uno de sus protagonistas, llámense alumnos, maestros, familias, instituciones educativas, medios de comunicación…Implica una serie de interrelaciones personales e institucionales de mucha complejidad que implica a la sociedad ¡toda!

La educación así entendida es comunicación y crecimiento personal que llega a convertirse en cultura y fomenta la socialización entre todos sus integrantes contribuyendo en definitiva a la mutua comprensión y colaboración. La persona se forma no solo en la escuela o en la casa, sino mediante el respeto y la aceptación de los demás…la educación tiene una importancia fundamental para la formación de las relaciones interhumanas y sociales.

Tender puentes es… reconocer que la auténtica educación conlleva el personal protagonismo, el hacerse dueños de la propia historia…es saber que educar es crear siempre una novedad desde la realidad personal y social que somos…aceptar que la realidad se explica por la realidad histórica que se escribe con las propias decisiones en el hoy…es querer que la educación sea presente como un camino para seguir escribiendo la historia como una novedad… es amar la verdad independientemente de quien la diga…sabiendo que la verdad no es posesión sino encuentro…es en suma… crecer en humanidad.

En definitiva…tender puentes para la educación en Michoacán significa hoy…mantener la confianza de que a través del diálogo es posible una nueva realidad… y de que, a pesar del abismo –que parece abrirse en el tema y entre las distintas posturas-…no solo es factible encontrar lo común en la diferencia, sino que es obligatorio que comencemos desde ese punto en común su construcción.